Golpes de la vida

Esta es mi vida y quiero compartirla con vosotros.

Sé que muchos de vosotros os sentiréis identificados con cosas de mi historia. Por suerte o desgracia, nadie se libra de sufrir por algo en esta vida, pero de todo se sale y todo ayuda a reforzarte como persona.

Recuerdo que a mis cinco años de edad empezó todo, éramos muy felices porque íbamos a tener uno más en la familia, iba a tener un hermanito, ¡qué alegría más grande! La espera fue muy dura porque no salió bien. El bebé venía con problemas de intestinos, al nacer tuvieron que operarle pero no aguantó la operación tan pequeñito. Falleció, así que toda la alegría, de golpe se convirtió en una gran tristeza. Justo llegaba el verano unos meses después y nos íbamos de vacaciones al pueblo a intentar, al menos, pasar un poco esa pena junto a los nuestros. Preparamos las maletas y cargamos el coche para salir ya, mis tíos también venían en el coche. Yo iba ilusionada porque llevaba mi muñeca nueva Nancy. Nos pusimos en marcha y a los pocos kilómetros mi padre se juntó en el camino con uno del pueblo, que tenía un coche más bonito. Empezaron a adelantarse uno al otro, cuando de repente en un adelantamiento, no había espacio para incorporarnos al carril y al tener que frenar tanto, no dio tiempo y nos metimos detrás del autobús, con tan mala suerte que nos fuimos debajo, solo recuerdo Ir dormida y despertarme en un cuarto todo blanco.

Me dolía mucho la cabeza, miré a mi alrededor sin entender nada, hasta que en la cama de al lado vi a mi tío, tenía el brazo y la pierna en alto colgados en una tabla, yo empecé a preguntar pero él no hacía más que reírse, decía tonterías para esquivar el tema. A las horas vino una enfermera a verme y empezó a mirarme en la cabeza, al tocarme sentí dolor y es cuando me di cuenta de que tenía puntos en la cabeza. Me dijeron que me golpeé contra el techo del coche y se me abrió la cabeza, empecé a preguntar por papá y mamá me decían que estaban en otra habitación y que pronto vendrían conmigo. Pasaron días hasta que vino mi madre a verme, tenía la pierna mal llena de tornillos para sujetarla. Por fin mi mamá conmigo, pero y mi papá porque no venía a verme era lo que no paraba de pensar. Vino el médico para decirme que me podía ir a casa, me fui con unos vecinos del barrio que me querían mucho, tenían una hija de diez años que me cuidaba muy bien, jugaba mucho conmigo, me dejaba su camisón para dormir y yo feliz porque parecía una chica mayor. A los dos meses ya vinieron a casa mi mamá y mis tíos, así que me recogieron en casa de los vecinos y me llevaron a casa. Pero donde está papá me seguía preguntando, mi madre me abrazo muy fuerte, como si se iría a marchar a algún sitio. Pero no era ese el motivo, era que me tenía que contar algo y no sabía por dónde empezar. Me miró a los ojos llorando y me dijo que mi papá ya no iba a volver a casa, porque estaba en el cielo con las estrellas, no sabía qué pensar porque no lo entendía muy bien, pero al verla llorar me puse a llorar yo también. Me decía que una de las estrellas era él y que me iba a cuidar desde el cielo, así me resultó más fácil entenderlo, me sentí bien sabiendo que él me cuidaba desde ahí arriba.

Mi mamá con veintidós años, se quedó sola con una hija, así que tuvo que ponerse a trabajar. Trabajaba en un chalet de gente rica, tenían el chalet en el pueblo, pero en Madrid también tenían uno y se quería llevar a mi mamá allí con ellos. El problema era qué hacía conmigo, así que me metió en un colegio de monjas interna, en San Lorenzo del Escorial.

Mi sufrimiento volvía a empezar, porque yo no me quería separar de mi madre, pero no había otra opción. Así que allí me quedé; las monjas la mayoría eran buenas, pero las que eran malas lo eran de verdad. Había muchas normas y eran muy duras con nosotras, a las noches yo no podía dormir y un día del aburrimiento, me puse a dar patadas en la pared, eso las puso muy furiosas y una de ellas vino con una correa y solo recuerdo retorcerme en la cama llorando del dolor que me estaba haciendo. A la hora de comer eran muy severas, si algo no te gustaba, te hacían tragarlo metiéndote los dedos en la garganta, hasta que te provocaban el vómito y así una y otra vez; llegaba el fin de semana y todas se iban con sus familias, pero yo no podía ir siempre porque a mi madre no le dejaban llevarme allí siempre, así que me tocaba quedarme con las monjas, menuda alegría.

Los días que podía ir con mi madre, para mi eran una liberación y una alegría muy grande. No le podía contar a mi madre mucho porque nos amenazaban con pegarnos más. Disfrutaba de ella dos días y vuelta al calvario, otro día me encerraron en un cuarto oscuro, por no obedecer y allí estuve medio día encerrada, hasta que ya me sacaron y me llevaron a comer algo, a partir de ahí deje de hablar y comer, solo quería irme de allí así que en cuanto vino mi madre, a buscarme se lo conté todo y me llevo a vivir con mi tía al pueblo, hasta que le concediesen el traslado al chalet del pueblo y poder estar conmigo. Seis meses estuve con mi tía, pero tampoco fueron muy buenos, yo con siete años reconozco que era un poco rebelde, pero quién no lo es a esa edad y más si le faltan sus padres.

La verdad que no sé qué era peor, si mi tía o las monjas; la convivencia con mis primos era buena, eran cuatro primos. Mi prima tres años mayor que yo, con ella era con la que más estaba, los niños eran más revoltosos y siempre pagábamos nosotras lo que hacían ellos.

Ella nos hacía responsables de los niños, de que no rompiesen nada y aparte limpiar la casa y fregar, lo que más le preocupaba, era que brillasen suelo y paredes. El suelo de rodillas, porque decía que con la fregona no quedaba igual, ¿no os parece esto otro calvario?

Le gustaba mucho castigar y darnos con un palo que tenía en el armario de la cocina, cuando mis primos hacían algo, yo temblaba porque el palo venía ya. Nunca entendí por qué nos pegaba a nosotras sin haber hecho nada; en la comida todo iba racionado, en cantidades muy pequeñas, si tenías hambre te aguantabas hasta la noche.

La merienda sólo para los pequeños y para nosotras en la cena sólo era un vaso de leche con una madalena y así hasta el día siguiente. La verdad que no le gustaba gastar; sí que es cierto que había momentos buenos de ir al monte a jugar y lo pasábamos bien, mi tía nos hacía fotos que eso le encantaba.

Pero eso era pocas veces, de verdad os digo, que muchas cosas son difíciles de superar, las que nos hacía pasar, el baño era de pie al lado de la fregadera, nos frotaba con el estropajo de fregar los platos, el verde que es el más duro.

Pues nos frotaba tanto que nos dejaba la piel en carne viva, menudo dolor cómo picaba ese dolor. Para hacer nuestras necesidades nos mandaba al monte y a limpiarte con hojas del monte, nada de baño ni papel, os lo digo de verdad que fue duro.

La verdad que no recuerdo nada bonito de esa etapa con mi tía, os voy a contar el castigo que más me marcó, en pleno invierno a ocho grados o seis no recuerdo bien, se enfadó con mis primos y nos castigó; a mi prima y a mí, nos desnudó en la cocina y nos sacó al balcón. Así una hora o más hasta que se le pasó el enfado, yo solo pensaba en que venga mi madre a buscarme ya por favor. ¡No imagináis el frío que pasamos!

Mi prima conmigo se portaba bien, aunque a veces su cariño era raro, porque le gustaba mucho jugar a novios y siempre yo hacía de chica y ella era el chico, jugábamos a películas, por la noche se abrazaba mucho a mí, no me molestaba, pero un día ya empezó a besarme en la boca y ponerse encima moviéndose raro, yo no entendía nada, pero ese juego ya no me gustaba y empecé a decirle que no quería y mi tía me oyó chillar y al entrar y vernos así con la escoba nos pegó bastante.

Yo no entendí ese escobazo, pero me di la vuelta e intente dormirme y dejar de llorar. Mi madre solía venir a veces a verme, pero mi tía entonces se comportaba diferente, yo no le decía nada porque para ella ya era bastante difícil estar así. Por fin llama mi madre para decir que ya vuelve al pueblo, que la traen al chalet de aquí, ¡qué bien nos vamos a casa juntas! Fuimos a casa juntas, a nuestra casa de siempre, donde siempre hemos vivido. ¡Por fin con mi madre las dos juntas!

Nunca le conté nada de lo que viví con mi tía, empecé de cero con ella y ya está. Mi tío Sak se vino a vivir con nosotras. Él estaba en Galicia pero se vino a vivir a San Sebastián que era lo que quería. Con mi tío todo era reír y disfrutar de las cosas, me llevaba en su coche de paseo y a mí me gustaba mucho ir con él a todas partes. Tenía un coche rojo que parecía de carreras, mi tío me daba muchos besos y mucho cariño, siempre jugaba conmigo, iba al colegio a buscarme en el coche siempre.

Mi tío Sak pasó a ser una parte muy importante en mi vida; mejor dicho, alguien muy importante. Cuidaba de mi cuando mí madre trabajaba; un día conoció a una chica y ya empezó a estar menos conmigo, pero bueno era normal tenía derecho a tener a alguien especial, ya no tenía tanto tiempo para mí y eso me hacía sentir mal, pero cuando venía y me hacía cosquillas y me daba besos se me pasaba todo. Me llevaba con ellos a veces y una vez me regalaron una de las muñecas que tenía ella, en su habitación. Lo pasaba bien con ellos, la verdad que mi tío pasó a llenar el vacío de mi padre.

Cuando cumplí nueve años, mi madre conoció a alguien. A veces salía con sus amigas y en una de esas noches, conoció a una persona que iba a ser muy importante en nuestras vidas. Era un chico llamado Manolo, era extremeño y se vino a vivir aquí con su hermano. Empezaron a salir y se les veía a gusto cuando estaban juntos, a mi madre se le veía feliz.

Yo lo conocí estando en Galicia, estábamos allí de vacaciones y fue a pasar unos días con nosotros, fuimos a buscarle al tren, yo le iba a conocer en ese momento. La verdad que cuando le vi no me gustó, no sé si por el bigote o por robarme ratitos de mi madre. Supongo que eran celos, ja, ja. Según se bajó del tren se acercó hacia mí y me dio dos besos, que a mí me costó mucho recibirlos. Nos fuimos a un río que había cerca de allí, yo me puse cerca del agua y ellos se quedaron más atrás, Manolo empezó a tirar piedrecitas al agua, cuando me giraba se hacia el tonto de que él no había sido.

El caso es que así fue poco a poco, intentar llevarnos bien, se acercaba mi comunión, pero yo no quise que él viniera porque quería estar con mi madre para mí sola. Al paso del tiempo ya se vino a vivir con nosotras, mi madre estaba feliz, eso era lo importante aunque si pensaba en mí preferiría que él no estuviera en casa.

Estuvimos un año más en esa casa, hasta que decidieron comprar una más grande. Yo no quería irme de mi barrio, donde estaban mis amigos, pero era su decisión, así que nos fuimos. Lo pasé mal porque estaba en el centro y no podía salir sola a la calle, en cambio en mi barrio no había peligros y salía sola. Fue un cambio duro pero enseguida me amoldé a él. Mi tío Sak se quedó a vivir en la otra casa provisional, hasta que encontrase algo.

Eché de menos a mis amigos, pero enseguida hice amigos nuevos. Conocí a María, que era la vecina de al lado, tenía un chalet muy bonito. Jugábamos mucho en su jardín, mi tío venia mucho a casa, a veces dormía aquí y otras donde su novia. Unas navidades nos fuimos de vacaciones a Galicia, para estar con mis abuelos, pero mi tío no quiso venir.

Se quedó con su novia y el día veintitrés de diciembre, se fue de cena con sus amigos, a celebrar su cumpleaños. La verdad que nunca olvidaremos el día del veinticuatro; en la madrugada recibimos una llamada, que nos iba a partir el corazón. Nos dijeron que mi tío había sido atropellado por un hombre que iba borracho conduciendo, se salió de la carretera, con tan mala suerte, que terminó atropellando a mi tío que estaba cambiando una rueda. Lo llevaron de urgencias pero de camino falleció, los demás apenas tenían nada. El otro vehículo salió huyendo cuando se dio cuenta del atropello; pero gracias a uno de los amigos de mi tío, que se dio prisa en apuntar la matricula, así pudieron dar con él. Pero solamente una multa y retirada un año de carnet, no me pareció mucho castigo para lo que hizo. Porque a nosotros sí que nos quedaba más castigo con el dolor tan grande que teníamos.

No podía creer que jamás volvería a ver al tío Sak, que ya no me iba a hacer cosquillas, ni llevarme en su coche, ni decirme que me quería. ¿Por qué dios nos hace pasar por esto? Es muy duro y jamás se supera; durante mucho tiempo no pude superar ese dolor. No pude decirle cuánto le quería y le quiero, fueron noches de llorar, morder la almohada de rabia y pensar que por qué él. Creo que jamás lo superaré y allá donde esté quiero que sepa todo lo que le quiero y le querré. No hay un solo día que no piense en él; mi segundo padre también se me va.

Vinieron a buscarle y lo enterramos en Galicia, en el panteón de mi abuelo, es lo que mis abuelos querían, tenerlo allí cerca. En el velatorio me obligaron a subir a darle el ultimo adiós, pero yo no quería verle así, empecé a subir las escaleras de la casa de mi abuelo, al llegar arriba me fui acercando, cuando me incliné y le vi no pude soportarlo y bajé corriendo las escaleras, de la rabia y el dolor empecé a tirarme en el suelo donde las huertas y empecé a meterme tierra en la boca. Me entro un ataque de rabia y les costó a mi madre y Manolo tranquilizarme.

Se ha ido y nunca más volveré a verle, durante mucho tiempo le veía en todas partes por la calle, en todas las esquinas me parecía verle y yo echaba a correr y al estar más cerca, me daba cuenta de que desaparecía la imagen (segundo golpe).

Mi abuela se quedó destrozada, no podía superarlo, se encontraba muy mal. Al tiempo nos llamaron para decirnos, que del sufrimiento y la pena no aguanto más su corazón y le dio un infarto, la encontraron en la cama con los brazos, apretando su pecho. Decidió reunirse con su hijo antes que aguantar ese dolor. Ahora ya están juntos, la vida sigue y hay que ser fuerte, mirar hacia delante y saber llevar el dolor en silencio.

Llegaron las vacaciones y nos fuimos a Extremadura a ver a mis abuelos, padres de Manolo. Me acogieron como uno más, me gustaba mucho ir allí con ellos, tenía muchos amigos allí. Las despedidas eran tristes, no hacíamos más que llorar porque sabíamos que hasta dentro de un año, no te volvías a ver. Es que esas noches en la calle, todos juntos, eran geniales, nos reíamos mucho y lo pasábamos muy bien. Con quince años conocía mi amor platónico, se puede llamar así; era un chico muy guapo, con una sonrisa que te dejaba tonta, ja, ja. Se llamaba Tente, fue conocernos y no querer separarnos jamás, tenía doce años, algo menor que yo, pero eso me daba igual. Éramos tan felices cuando estábamos juntos, que nadie lo iba a impedir, así que quedábamos a escondidas, estábamos en el parque horas y horas de la mano.

¡Qué amor tan bonito y sano es ese!, ¡Qué mal lo pasaba, cuando tenía que regresar a casa, venga lágrimas y llorar! Luego la distancia hacía que tú llevases tu vida, a tu manera y él igual; cada uno su vida pero pensando siempre en el otro. Nos escribíamos cartas de amor muy bonitas.

Un año conocí a Jota y me gustó, lo de Tente se enfrió mucho por la distancia. Empecé a salir con Jota, era del pueblo de aquí, le conocí en el polideportivo, era escalador y entrenaba siempre y yo con mi amiga en el bar viéndole, hasta que empezó a insistir conmigo y me dije: ¿por qué no probar?

Era un chico sencillo y tranquilo, salíamos juntos y lo pasábamos bien. Al principio como todo, uno se va conociendo y está a gusto; con el paso del tiempo vi que no teníamos mucho en común. Le gustaba cazar y el monte, lo único que nos gustaba en común eran los coches, a mí me encantaban y lo primero que quería era sacarme el carnet y tener uno. Bueno, más que un coche quería un hermanito, pero por algo no venía; Jota tenía un Ford y me lo dejaba conducir para ir aprendiendo, hasta que el segundo día me llevo a una cuesta y me hizo aparcar, me subí al bordillo al aparcar y en vez del freno, pisé el acelerador con tan mala suerte, que me llevé dos coches por delante, el de un padre y un hijo.

Nada, el coche a arreglar pero el susto no me lo quita nadie. Pensé en no sacarme el carnet ya, pero me animaron a seguir y al final a la primera me lo saqué. ¡Qué contenta estaba!, ahora sólo me faltaba el coche. Ya le había echado el ojo a un Renault 5 muy bonito, aparcado debajo de mi casa, estaba muy bonito todo sport, parecía de carreras. Un día llegue a casa y mis padres tenían un regalo para mí, me dieron unas llaves de un coche, me dijeron que en la calle el que abriese con las llaves, que era mío. Y ¡cómo no! allí estaba el coche que me gustaba, así que fui a abrir y cuál fue mi sorpresa que abría. Me puse a llorar de contenta, que ilusión mi cochecito. No hacía más que dar vueltas calle arriba y abajo, que suerte la mía tener mi coche propio

Fui a enseñárselo a Jota y le gustó, así que fuimos a probarlo, andaba muy bien. Me lo llevé a la discoteca para enseñárselo a mis amigas, solíamos ir a bailar a veces, aunque a Jota no le gustaba eso de bailar, para mí la música es mi vida. El monte y la playa le gustaban más; empezó a ir de caza con su padre y apenas estaba conmigo, se trajo un perro y lo llevaba a entrenar los fines de semana, así que no tenía tiempo para mí; ahí empezó a romperse la relación.

Teníamos un amigo en común y para que no me sintiera sola me mandaba a su amigo, no se daba cuenta que yo quería estar con él, encima su amigo quería algo más conmigo. Porque nos teníamos mucho cariño, pero no como él pensaba y tuve que decirle que estaba equivocado, que solo era cariño fraternal.

Jota no se enteraba de nada, solo sabía dormir y sus aficiones, cuando quedábamos se dormía y al llamar a su casa, su madre me decía que le dejase en paz, que si no tenía con quien salir que me quedase en casa, pero que no molestara más a su hijo que tenía que descansar.

Me colgaba el teléfono y no le daba el recado, así una y otra, él se disculpaba luego pero, ¡de qué me servía eso!. Así seguíamos más tiempo sin pensar en nada más, pero estaba claro que esto no iba bien.

Un día mis padres querían contarme algo y me llamaron a la cocina, me dijeron que tenían una buena noticia que darme. Por fin iba a tener un hermanito, ¡que notición! ¡lo que tanto esperaba, por fin ha llegado! Me volví loca, enseguida cogí el teléfono para contárselo al mundo entero. ¡Dios qué feliz era! ¡un hermanito ahora que tengo casi los veinte años, pero no me importa, porque así lo cuidare mejor! Casi como una madre, mi madre tuvo que hacer reposo, durante todo el embarazo. A los nueve meses ya llegó el gran momento de ver la carita de mi hermanito. El día once de febrero de mil novecientos noventa y uno nació por fin. Allí fui corriendo la primera y cuando me acerqué, vi esa carita tan bonita, ¡qué guapo es! Me lo pusieron en brazos y ya no me lo podían quitar, me adueñé de él totalmente.

¡Qué bonito es, moreno y con esa carita de angelito! Me lo como a besos. Mi vida cambió por completo, de la noche a la mañana, me convertí en mamá. Yo quería la cuna en mi cuarto y al bebé conmigo por supuesto. Sólo tenía tiempo para él, para nadie más.

Pero no me importaba, porque estaba encantada de la vida, estuvimos pensando el nombre, pero mi madre y yo teníamos claro, que queríamos ponerle como a mi tío que se murió, Sak así que a pesar de la pelea con Manolo, ganamos nosotras y se le puso ese nombre.

Estábamos tan felices con él, que no nos hacía falta nada más. Todo el día para él, dándole biberón, cambiándole, jugando así se me pasaban las horas, los días y así un día y otro. También salía de fiesta con Jota, pero solo dormía dos o tres horas y enseguida se ponía a llorar. No me importa porque es mi tesorito, Sak ha pasado a ser lo más importante de mi vida, siempre le voy a cuidar y proteger. Jota y yo nos lo llevábamos por ahí siempre, a él no le importaba llevarlo. También teníamos ratos a solas como toda pareja.

Pero la cosa no iba bien, aunque yo estaba tan centrada en Sak que no me importaba que Jota no tuviera tiempo para mí. Él tenía un hermano soltero y por fin se buscó pareja, pero no era lo que parecía, yo le abrí la puerta de mi casa y ella me dio con la suya en las narices, nunca mejor dicho. A mi suegra le encantaba porque le hacía mucho la pelota, eso a ella le encantaba. La verdad que como el otro hijo no le importaba tanto, cosa poco lógica, pues ése si podía tener novia y con ella estaba encantada de todo lo que hacía.

Solo me faltó esa chica para que se juntasen las dos y terminasen de hacerme la vida imposible respecto a su familia. Todo lo que yo hacía estaba mal, recuerdo que le hacia las camas para que no tuviese tanto trabajo y ella las deshacía y le decía a su hijo que ni siquiera le había ayudado con la casa. De esas me hacía muchas, estaba claro que no me quería en su familia. Me ponía una falda por encima de la rodilla y me llamaba busca hombres, por decirlo más fino. Recuerdo que le iban a operar del corazón porque no andaba bien y todos se iban de vacaciones, incluso su nuera favorita, no se iba a quedar sin vacaciones así que decidí quedarme yo en el hospital. Ni siquiera supo agradecer eso así que, decidí que ya no podía aguantar eso más y lo dejé todo. Prefiero estar sola que seguir sufriendo así, entre ella y la nuera divina consiguieron que me fuese de sus vidas. Lo que no saben, es que con el tiempo les estuve muy agradecida porque el favor me lo hicieron ellas a mí.

¡Cómo se puede ser tan mala! Encima Jota por no hacer daño a su madre era incapaz de defenderme. Encima me enteré después que Jota aprovechó que me fui a una boda familiar para liarse con mi amiga; les vieron irse al monte en plena noche. Supongo que no irían a por margaritas, por ponerle un poco de humor al asunto.

Ocho años de relación que se van, todo por no saber diferenciar amor maternal del amor de pareja. Aparte de las dos infidelidades, con la misma amiga, que digo yo, ¡qué viva la amistad! Pasaremos página y listo, si lo pienso bien mejor así. ¡Vaya infierno he pasado! ¡Qué tranquilidad estar sin esa familia, sin nadie que me amargue!

Empecé a salir con mis amigas en el pueblo de al lado, con el tiempo conocí a alguien, la verdad que fue un flechazo, como los de cupido.

Era alto, guapo y divertido ¡qué más quiero! Empezamos a quedar los fines de semana, luego entre semana un ratito a las tardes, cuando salía de trabajar. Estábamos muy bien, nos gustaban muchas cosas en común y los sábados íbamos de turismo por las playas y aparecíamos al día siguiente en casa, sin aparecer a dormir. Mi madre estaba muy enfadada porque no me reconocían; no le gustaba esos horarios y menos el no venir a dormir, me disculpé con ella y procuré ir siempre a dormir, no lo hacía queriendo, es que con él perdía la noción del tiempo.

Todo iba sobre ruedas, hasta que Jota empezó a llamarme, que estaba mal y necesitaba hablar conmigo. Pues nada, yo bajaba un rato al portal a ver qué quería, le consolaba y le animaba diciéndole que pronto encontraría a alguien; ya vería cómo se sentiría mejor.

Él quería volver conmigo, pero yo ya estaba enamorada de verdad y no tenía ojos para nadie más. Un día sin quererlo coincidimos en el cine del pueblo, yo le insistí a Liv que viniese conmigo, Liv es el chico del que me he enamorado, él no quiso venir y fui sola.

¡Qué mala suerte que coincidí con Jota! y digo mala suerte porque me dijo sino me importaba, que se sentara a mi lado, no le iba a decir que no, así que vimos la peli juntos. Ni más ni menos que la de Titánic, romántica donde las haya, pero nada, la vimos e insistió en acercarme a casa, así que al final fui con él y de repente veo el coche de Liv en mi portal,asi que al verme bajar del coche de Jota, pensó que había quedado con él.

A ver cómo se lo explico, el venía a decirme que sentía no haber venido. Nada no hubo manera de que me creyese, así que se enfadó y me dijo que se iba de vacaciones, con unos amigos cuatro días y a la vuelta me decía si seguíamos. Me quede destrozada porque sabía que yo le decía la verdad. A los cuatro días me llama que se le ha estropeado el coche, que se tiene que quedar, hasta que le manden la pieza. Total que tardó veinte días en venir al pueblo. Yo me tenía que creer lo de la avería claro, además es que estaba tan enamorada, que con tal de estar con él me daba igual.

Al volver hablamos y me dijo que me daba otra oportunidad, intenté seguir hacia adelante, sin pensar en nada más. Sólo sé que estaba feliz con él, además Jota también había conocido a alguien y ya dejó de llamarme y seguirme. A mí el estómago se me salía cada vez que le veía, íbamos a la playa, a patinar, a bailar y de vacaciones por ahí. Ahora sí que va bien lo nuestro pero como todo, tiene un pero. Una amiga en común le dice a Liv que debe contarme a qué se dedica, porque si no lo hará ella.

Sabe que no me va a gustar nada, su manera de decírmelo fue llevándome con él, fuimos a un pueblo y él se bajó en un bar, me dijo que le esperase en el coche. De repente golpean la ventanilla y me hacen abrir para darme una bolsa con polvo blanco, ni la toco, me cae a los pies y me quedo tan sorprendida que no sé cómo actuar, así que espero a que venga Liv.

A la media hora, vuelve al coche y me encuentra en un mar de lágrimas. Le extraña verme así y no entiende el porqué, le dije que por qué me hacía eso. Le dije que me explicara qué es lo que estaba pasando; se sinceró conmigo y me dijo que él se dedicaba a eso, que eso era lo que había, si me gustaba bien y sino pues que yo vería, pero que él no lo iba a dejar.

Sentí muchísimo dolor con esas palabras, pero creo que la decisión iba a ser muy difícil, puesto que yo estaba hasta los huesos por él. Estaba muy enamorada y no sé qué iba a hacer; le pedí que me llevara a casa, apenas hablamos ni una sola palabra, llegué a mi portal y me bajé en silencio sin saber si realmente iba a volver a verle.

En fin, al día siguiente me llamó para hablar, pero apenas pudimos hablar del tema; yo no quería hablar de ello y él no sabía qué decirme. Así fueron pasando los días, uno y otro, hasta que pasó un poco de tiempo y él me dijo que intentaría dejarlo poco a poco, el vender y el consumir.

Le creí y le di un voto de confianza, pensé que a lo mejor con tiempo pues podía ser, ¡por qué no! A veces era cariñoso conmigo, pero otras muchas se ponía violento y me daban miedo sus reacciones, porque además sabía que le faltaba su dosis; había momentos que el miedo no me dejaba saber realmente lo que sentía.

Bueno fue pasando el tiempo y me centré en qué iba a hacer con mi vida; decidí abrir una tienda de ropa. Era lo que siempre había soñado, así que mis padres me hablaron de un dinero que tenía ahorrado, que mi padre me dejo y decidí utilizarlo para eso. Sé que mi padre habría estado de acuerdo.

Hablé con Liv y mis amigos y entre todos me ayudaron a restaurar el local; estaba céntrico así que yo creía que iba a funcionar bien. Pasamos muchas horas en la tienda, incluso días de salir de madrugada, me ayudaron muchísimo y quedó preciosa. Había que decidir el nombre, así que en el bar de mi amigo nos juntamos y metimos papelitos con nombres y así salió cómo se iba a llamar la tienda. Se llamaría PETERBILT bonito nombre, diferente al menos, es el nombre de un camión americano. La apertura fue un mar de nervios, pero fue un éxito total, la gente no paraba de venir y les gustó mucho el estilo de ropa y la tienda. El primer año fue una bomba, no paraba de vender y traer más género, viajes a Madrid y Barcelona para traer lo más bonito. Pero la señora del local, me dijo para subirme el alquiler y ya era demasiado precio, yo no podía pagar eso, aparte que como todo pues la novedad pasa y ya se vendía menos, así que tuve que empezar en una fábrica y así poder pagar parte de gastos de la tienda, cuando la temporada era baja, pero eso no es así y decidí cerrar. Dos años duró la tienda, ¡lo qué lloré para cerrarla!; la gente no quería que lo dejara, pero era trabajar para mantenerla.

Casi vivía en la tienda así que decidí cerrar y vivir un poco, con Liv pues parecido, porque me enteré que usaba mi tienda, para esconder su material de venta, o sea la droga, me enfadé mucho con él, se disculpó pero así era una tras otra; en el aspecto sexual, me pedía cosas muy raras, que las hacía por agradarle, pero a mí me desagradaban bastante. La primera vez, recuerdo que fuimos a una playa, estábamos en el coche y me dijo que me pusiera de espalda, pregunte que para que y me dijo si alguna vez había probado por detrás, le dije que no me gustaba nada eso y entonces empezó a tocarme y poco a poco noté su pene en mi zona anal, me dijo que tranquila que no pasaba nada y a pesar de decirle que no, pues empujo y me rasgo toda mi zona anal.

Me desgarro todo y un dolor que quería morirme, me sentí violada así mismo empecé a llorar y él se disculpó pero no servía de mucho, después de lo que me hizo, pensé si realmente merecía la pena querer a alguien que te cuida de esa manera.

Durante un tiempo sentí asco y rechazo al roce, no dejaba que me tocase, pero con el tiempo le perdoné y poco a poco volví a acceder a sus fantasías sexuales, volví a ser su actriz porno, que hacia lo que me pedía. ¡Cómo se puede estar tan ciega para pasar por eso!

Pocas veces disfrutaba yo en el sexo, más bien era fingido para que acabara cuanto antes, solo cuando era normal el sexo era cuando yo disfrutaba algo. Estaba claro que sólo vivía para él, bebía mucho y seguía consumiendo, así que cuando se calentaba mucho se ponía violento y por no darme a mí, le daba golpes a todo, paredes o máquinas del bar, hasta que rompía el cristal y sangraba. Luego me hacía cuatro mimos y me prometía el oro y el moro, y yo como le quería le perdonaba todo. A los cuatro años empecé a desilusionarme porque empecé a ver que tonteaba mucho con sus amigas, las llevaba a casa y a mí me dejaba esperándole, tardaba horas en venir y yo ahí como una tonta. Me decían que era porque se liaba con ellas, pero yo no lo quería creer, así fue pasando el tiempo hasta que empecé a distanciarme un poco de él, fui conociendo gente nueva y disfrutando de las cosas de la vida.

Salía de cena con los del trabajo y así fui viendo que no sólo vivía para él; Liv no hacía más que gritarme cada vez que iba con ellos, todo eran broncas, pero yo quería disfrutar también, tenía derecho igual que él, así que tenía un compañero de trabajo, que se llamaba Mar, era muy divertido y me hacía reír mucho, así que poco a poco me fui alejando de Liv, ya no quería seguir con él y se lo dije, que me iba de fiesta y si al volver no le llamaba, pues que todo se acababa ahí.

Así fue, ahí se acabó todo y empecé a conocer a Mar. Pero Liv no se quedó a gusto hasta saber dónde estaba y llamarme de todo, sobre todo me dijo que era patética. Eso era lo más suave, el caso es que lo pasé mal un tiempo, pero fui quedando con Mar y poco a poco fuimos a más. Empezamos a salir y al principio bien, mis padres no entendieron lo de Liv porque yo nunca les conté lo que viví con él. Con Mar todo bien pero el problema es que se quedaba sin casa, que el del alquiler echó al compañero y a él por culpa del otro también, así que le eché un cable, hablé con mi primo, le dejó quedarse unos meses hasta poder solucionarlo.

Miró unos cuantos pisos y al final encontró uno barato y se metió en él, pero su padre en el último momento, no le avalaba así que a ver ahora qué pasaba. Lo hablamos con mi madre y ella decidió ponerse de aval. Pero el de la inmobiliaria, me aconsejó poner el piso también a mi nombre, porque si mi madre se implicaba, para no perjudicarle. Así que decidí ponerlo a mi nombre también, aunque no me hacía gracia comprar nada a medias, ya que con Liv ya tenía experiencia.

Todavía seguía teniendo Liv el coche a nombre de mi madre; si pasaba algo pues mi madre era la que se llevaba el pastel. De nuevo en otro pastel, pero no le íbamos a dejar en la calle.

Mi madre la pobre es tan buena que se merece el cielo. Pues nada nos metimos en el piso al final; al principio muy bien porque yo sólo iba los fines de semana, pero todo eso cambió cuando decidí ir a vivir. Me regalaba rosas, todo eran palabras de amor, muy de telenovelas. Pero como siempre en todo hay un pero...

Se empezó a poner celoso sin motivos; teníamos un vecino conocido mío que lo que hacía era malmeter. Le decía que a la mujer mano dura era lo que funcionaba, que si no no era hombre. Llegó a decirle que me veía a escondidas con Liv, cosa incierta, porque jamás hemos vuelto a hablar, ni a vernos desde que lo dejamos. Se volvió posesivo, me obligaba a estar en casa a unas horas y tenerle el café en punto a la hora en la mesa, sino me montaba una bronca que temblaba todo. Cuando se enfadaba porque algo no estaba a su gusto, me chillaba y me decía que no valía para nada. Siempre venia el perdón luego y ya está, con eso lo arreglaba todo, no me dejaba salir sola, siempre con él. Sólo me iba sola cuando me iba a trabajar, él se quedó en paro y los dos vivíamos con mi sueldo. Era de casa al trabajo y del trabajo a casa; yo a veces estaba bien y otras fatal.

Cuando me traía flores del jardín de abajo, se me pasaba todo, pero otras veces me chillaba y terminaba pegándome. Yo encima me sentía mal porque me decía qué he hecho mal.

Un día sin venir a cuento, abrió el frigorífico y como no había cerveza, se enfadó mucho y me lanzó una lata de coca cola al pie; me dolía un montón el dedo, pero no fui al médico y se me deformó del golpe. No le dije nada a nadie, porque si no a saber qué era lo próximo. Otro día me llamaba una amiga y de la rabia que le entraba porque hablaba con ella me lanzaba contra el sofá, con mucha fuerza. Le cabreaba no saber qué había hablado con ella, me amenazaba que si le contaba algo pobre de mí.

Él tenía un perro que lo tuvo que mandar al sur con sus padres, porque al quedarse sin piso dónde lo iba a meter; así que lo echaba mucho de menos. Pensé en traerle el perro de sorpresa a ver si así se alegraba un poco, llamé a una empresa de entrega de paquetes y le trajeron el perro. No paraba de llorar de la emoción y me lo agradecía mucho. Estaba tan feliz con su perro que otra vez empezó a tratarme bien. Se iba al monte con el perro y entonces venía muy relajado, luego estaba mucho más tranquilo en casa.

Yo sigo pensando, que el empezar a trabajar con el vecino le va a perjudicar y mucho, porque no es buena influencia. Un día le dije que me iba de cena con mis amigas; no le hizo gracia, pero fui. Cada diez minutos me llamaba, que a ver si iba ya a casa que me estaba esperando. No me dejaba ni cenar; así cada diez minutos, mis amigas no daban crédito. Pero yo no les contaba nada, ellas pensaban que todo estaba bien así que no había problemas.

Aunque a nadie le gustaba Mar, yo seguí luchando por estar bien; además ya no iba a volver a casa. ¡Qué iba a hacer! ¿volver y reconocer que estoy mal? Pues no, así que ahí me quedé, en ese infierno. Nunca hacíamos nada, ni salir, ni ir a cenar, nada de nada. Se iba él a tomar algo con sus amigos, pero me quitaba las llaves y me encerraba para que no me fuese.

Me enteré luego que lo que hacía con el vecino era robar y vender droga. No sé qué le pasó un día que vino muy alterado, empezó a llamarme puta y a decirme que yo me veía con Liv. Por más que yo le juraba que no, él me decía que sí y que me iba a matar como fuese verdad. Que o era de él o no iba a ser de nadie. No podía calmarle por más que le decía que no era verdad; él, erre que erre.

Me dijo que quería dar una vuelta conmigo, para relajarse y bajamos al sótano a por el perro. Lo tenía en un sótano con una ventanita, ahí hizo también un palomar gigante porque le encantaban las palomas; tenía dos y por lo que supe después las había robado. Bueno el caso es que bajamos a buscar al perro, yo iba un poco asustada porque me daba un poco de miedo cómo estaba, pero le acompañe, no me quedaba otra. Soltó al perro y me dijo que las palomas habían puesto huevos, quiso enseñármelas y me acerqué a verlas porque le veía más tranquilo y empezó a hacerme caricias y cuando me di cuenta, me encerró con el candado y se fue con el perro.

Empecé a decirle que se dejara de juegos, que me abriese la puerta, pero me dijo que la única manera de ser suya, era ésa, teniéndome ahí metida para que aprenda. No podía creer lo que me estaba pasando, empecé a llorar de desesperación y miedo porque estaba loco. Como si no me va a hacer eso, más que estando loco. Me dejó ahí todo el día y yo no podía chillar ni pedir ayuda, porque me moría de vergüenza que supieran lo que estaba pasando.

¡Qué iban a pensar los vecinos! Aunque alguno ya me dijo que se me oía llorar, que a ver si estaba me pasaba algo. Llegó la noche y yo tiritando de frio, por fin oí la puerta, venia alguien y ahí estaba él, se puso a llorar y me pidió perdón. No podía hablar de lo mal que me encontraba; sólo pensaba en que no quería vivir más. Me acosté y no dejé de pensar toda la noche en lo que me había pasado.

Al día siguiente decidí irme y le dije que me volvía a casa de mis padres, cogió un cuchillo y me dijo que si me iba se cortaba las venas o me mataba a mí. Le empujé y le dije que no me importaba nada ya, así que me iba.

Del empujón cayó al suelo y me dijo que me iba a denunciar por malos tratos, que le había empujado. Le dije que lo haría, que yo sí tenía motivos para denunciarle a él. Me puso el cuchillo en la tripa y me dijo que ni se me ocurriese salir por esa puerta. Cogí mucho miedo y me metí para adentro, pensé que me iba a hacer algo. Me tuvo en casa todo el día con él, lloraba pidiéndome perdón, pero yo no podía perdonarle más. Al final se quedó dormido y conseguí salir de allí, pensé que mi vida era un infierno y que así no quería seguir viviendo.

Desesperada cogí la puerta y me fui hacia la estación de tren, sin pensar en nada más, me puse en el borde de las vías esperando un tren para poder acabar con este sufrimiento. Me dolía pensar que no iba a volver a ver a mi madre y a mi hermano. Mi familia y amigos que no lo iban a entender y el sufrimiento que les iba a quedar. Pero yo no podía más, el tren ya venía y no quería pensar en nada, cuando el tren ya estaba casi encima, no pude hacerlo y me eché hacia atrás, pensé en la gente que si me quiere y no podía hacerles eso.

En el que más pensé fue en mi hermano, que después de desearlo tanto ahora le iba a abandonar yo. Gracias a eso no pude y volví a casa con Mar. Disimulé con él que todo estaba bien y al día siguiente se fue a trabajar y cogí lo que pude, lo cargué en el coche y me escapé de ese infierno, muy asustada pero no quería estar más en esa vida. Llegué a casa y cuando entré por la puerta, se asomó mi padre y no supe qué decir, sólo solté la maleta y me eché a llorar. Mi padre me pregunto sólo una cosa, era que si me había pegado y le dije que no, a él nunca le gustó Mar. Me metí en mi habitación para poder estar sola, quise meterme en la cama, hasta que llegara mi madre, pero Manolo que así se llama mi padre, me dijo que iba a venir Liv a por un papel de lo del coche que por fin iba a cambiarlo a su nombre. Yo no quería que él me viese en esa situación, así que me metí en mi habitación hasta que se fue. ¡Por poco nos cruzamos en el portal! ¡Sólo me faltaba verle a Liv y que me vea así volviendo a casa!.

Llegó mi madre y le conté algo, apenas nada y lo dejé así, pasaron los días y estuve con mis amigos que me daban mucho cariño. Mis padres, al pasar un tiempo, decidieron irse a la casa de Navarra unos días de vacaciones. Les dije que yo estaba bien, que se fueran tranquilos; a los días empezó a sonar el teléfono, era Mar que quería hablar y como yo no quería empezó a amenazarme. Me buscaba por todos sitios y no paraba de llamar y decir que iba a tirar la puerta abajo, que me iba a abrir la cabeza sino volvía con él. Me asusté y llamé a Rakel mi amiga, me dijo que sin esperar llamara a la policía.

Enseguida llegaron a por mí, me escoltaron a casa de unos amigos y me dijeron que si me molestaba de nuevo no dudase en llamarles rápido. Estuve un día en casa de mis amigos y apagué el teléfono, me decían que estaba como loco buscándome, que no iba a parar hasta encontrarme. Justo conocí a Pau, un amigo en común con mis amigos, me ofreció su casa ya que sus padres no estaban y él trabajaba todo el día y no iba a estar, pero que estaría sola y él ahí no me iba a encontrar.

Acepté y me quedé, por no preocupar a mis padres, se ofreció a protegerme hasta que vinieran mis padres. De día no salía de casa y a la noche venia Pau y ya estaba más tranquila. Era muy bueno y me estaba ayudando mucho; cuando Mac me llamaba cogía él y le decía que me dejara en paz, que si no se las vería con él. Incluso le dijo que era mi escolta y que yo estaba en un lugar protegido.

Estuve sin salir días, tranquila pero agobiada, bueno tranquila hasta donde se puede estar en esa situación. Por fin volvían mis padres y ya podía volver a casa. Me dijeron que les llamó Mac para dejar el pájaro que era mío, que se iba a su pueblo y no lo iba a dejar allí solo.

Mis padres pues tan tranquilos le dejaron entrar en casa, claro no sabían nada. Les dije que no le dejasen entrar más, que era una mala persona. Pau estaba en ese momento conmigo a acompañarme y mis padres pensaban a ver quién era ése claro.

Les dije que era un amigo que me había ayudado mucho y lo seguía haciendo, es muy bueno y tiene buen corazón. Eso hizo que fuese viendo algo más en él y poco a poco fuimos uniéndonos un poco más; salimos un día de fiesta, con unos amigos y esa noche no paré de reír, de bailar y de vivir. En un momento de la noche me olvidé de todo y nos miramos a los ojos hasta fundirnos en un beso con mucho sentimiento. Así empezamos a salir juntos, todo parecía volver a la normalidad. Mac ya me dejó en paz, se fue a vivir lejos. Gracias a Dios por ello, mi mejor regalo. Con Pau todo era diversión y alegría, así poco a poco pasaron los meses y cuando llevábamos dos meses, en la pista de la discoteca, con un montón de gente, se arrodilló y me dijo si quería casarme con él...

La gente decía que éramos tal para cual, que ya había encontrado a mi media naranja. Yo no sabía qué decir y él esperaba una respuesta; la verdad que estaba tan feliz con él que le dije que sí. La fecha era el treinta y uno de julio de dos mil cuatro. Aún faltaban dos años pero ya había fecha, todo iba sobre ruedas, hicimos un viaje a Alemania y a Tenerife. Nos fuimos a vivir juntos en un pisito muy acogedor y bonito.

Parecía una cabaña en un edificio, la convivencia bien, mis amigas me veían bien y mi familia también. Un día comí con mi hermana Maite y sin querer acabamos comprando unos billetes a Canarias para despedir mi soltería; lo mejor que he hecho es ese viaje.

¡Qué bien lo pasamos! ¡Una bomba! Aquello me venía muy bien para además saber cuánto echo de menos a Pau. La vuelta fue lo mejor porque ya no me dejaba irme más, de lo mal que lo había pasado sin mí.

Bueno ya de vuelta a trabajar, yo trabajaba en una zapatería y ejercía la depilación en casa. También limpiaba en un bar y cocinaba en una carnicería; sí que trabajaba la verdad. No paraba, pero bien porque así no pensaba, sólo me sobraba tiempo justo para preparar la boda, se acercaba la fecha y yo estaba muy nerviosa. La verdad que Pau estaba más nervioso que yo.

Había un problema que no nos dejaba disfrutar de todo y era la enfermedad de su madre; llevamos dos años para que se rehabilite del alcohol, nos está suponiendo mucho sufrimiento y dolor pero ahí estaremos hasta que se cure.

Llego el día por fin, un día de cuarenta grados de calor, ¡vaya día nos espera! Cuando bajé del coche y vi allí a toda esa gente, las piernas empezaron a temblar. No era de frío, allí estaba yo con mi vestido diseñado desde pequeñita, siempre dibujaba el mismo y es el que llevo, siempre me ha gustado el de Sisí emperatriz.

Todo era perfecto: día, vestido, marido, familia y amigos; no se puede estar más feliz. Lo pasé genial en el banquete y en el baile. Hasta le dediqué nuestra canción al novio, la de Chenoa y se la canté, les quité el micro a los músicos y todo para mí. Salió perfecto y el viaje a Punta Cana fue increíble, como en un sueño. Excursiones y fiesta, volvimos reventados pero que nos quiten lo bailado, como se dice.

A la vuelta conocimos a una pareja, que si no estamos en su casa están ellos en la nuestra, nos hemos hecho inseparables. Son Oski y Neri, ¡qué guapa es mi Neri! es como mi hermana pequeña. La quiero muchísimo y espero que dure siempre esta amistad. Tengo tres hermanas postizas, son Maite, Neri y Bego. Las llevo en forma de estrella, tatuadas en mi muñeca para que estén toda la vida conmigo. Muy buenos amigos también entre ellos a Pai, Paco que se murió y Ángel. Eso sí que vale mucho, los amigos de verdad que siempre están ahí. No todo en la vida va a ser malo.

La verdad que disfrutamos dos añitos del matrimonio y un día empezamos a hablar de tener hijos. Nos pusimos a ello y no podíamos, algo no iba bien así que nos hicimos pruebas y justo había un problema de calidad de esperma, por lo que solo podíamos con fecundación in vitro.

A Pau le dijeron que consumía mucho alcohol y que debía de dejarlo sino no podían recuperarse los espermas, así que intentó beber menos. Sí es cierto que no le di importancia, a lo que bebía pero cuando empecé a fijarme vi que era exagerado. Pensé que al ser su madre alcohólica igual él lo había heredado; no sé, empezamos a ir a médicos y le dijeron para tratamiento, como su madre.

Si no no servía de nada hacer la fecundación, él tiraba la toalla rápido; con el tratamiento de pastillas apenas le hacían efecto, así que le dieron gotas que son más fuertes; sin que yo me enterara, cambiaba las gotas por agua y me hacía creer que las tomaba. ¡Qué duro es esto de tener un alcohólico en la familia, pero tendré que pelear con uñas y dientes!

El caso es que empezamos con el tratamiento de fecundación in vitro. Me asustaba un poco todo, porque solo la palabra fecundación impone mucho, pero no queda otra si quiero tener un hijo. Fuimos al hospital público, me hicieron pruebas y dijeron que ya me avisarían cuando manden los papeles al Hospital de Cruces. Esperé siete meses y nadie me llamaba, así que ya mosqueada, llamé y me dijeron que no sabían nada del caso, miraron mejor y resulta que la celadora en vez de mandarlos, se equivocó y los guardó en los ficheros del sótano. Tiempo perdido que nadie me lo va a compensar; el caso es que los mandaron y me llamaron enseguida para empezar las pruebas. También quise ir a un privado para saber cuánto tardan en hacerte todo.

El mismo día que fui a Cruces, fui al privado y no me lo pensé porque en Cruces la higiene no era muy buena y no me convenció cómo me atendieron. Así que me fui a I.V.I: y allí lógicamente te tratan mejor, porque por algo pagas claro. Pero no me importaba porque no podía esperar dos años, que es lo que te dan en el público. En I.V.I. muy bien, enseguida empecé con las inyecciones en la tripa para ovular. Cada dos días, tenía que ir a Bilbao a medir los óvulos, a ver si están en su tamaño ideal, para poder extraerlos y fecundarlos. El agobio era ir cada dos días al hospital, pero todo esfuerzo merece la pena.

Por fin llega el momento de sacar los óvulos para su fecundación y luego implantarlos. Me metieron en quirófano y al dormirme, que les costó bastante porque tengo las venas muy finas, los sacaron y a la habitación. La verdad que fue rápido, pero eso sí tenía los brazos y las manos negros de tanto pinchazo. Me dejaron dos horas y a casa hasta dentro de tres días que te llaman para la fecundación, ya con el embrión.

Me llamaron ya y por fin me iba a mi casa embarazada, ahora reposo y diez días para que no se suelte el embrión .La espera fue eterna, yo estaba feliz pero nerviosa porque sé que había mucho riesgo y después de esperar, un día empecé a manchar y nada, ya lo había perdido.

Ahora a esperar y los congelados que tienen, pues los utilizan para el segundo intento. Pero cuando me llamaron para ponerme la inyección que hace falta, me la puse para ir hasta allí, ya estaba lista pero al ir por la mitad de camino, me llaman que no vaya, porque los congelados no han aguantado la descongelación.

Para casa de nuevo, ya no quedaba más que hacer, sólo llorar del disgusto. Sólo queda la opción de volver a empezar, la verdad que ya nos habíamos gastado los ahorros, llevábamos nueve mil euros, pero al final me convencieron para no tirar la toalla. Mi padre me dio dinero para intentarlo de nuevo, sino era imposible seguir. Y pensé que soy muy luchadora y puedo hacerlo, así que adelante;, descansé dos meses y empecé de nuevo. Empecé de nuevo con las pastillas y pinchazos, ya no tan animada porque perdí mucha confianza pero hay que seguir, así que con el apoyo de mis padres y Pau seguí con todas mis fuerzas.

Mi madre y Pau no se separaban de mí. Salí del quirófano y listo, ya estaba otra vez embarazada. Diez días de espera horribles, tenía mucho miedo. Por fin salió bien y ya pude hacer vida normal.

Trabajé hasta los ocho meses, el embarazo fue bueno, yo estaba convencida que era una niña, pero en la ecografía se veía claramente que era un niño. Me quedé un poco triste porque yo quería niña, pero luego feliz; después de haber pasado todo eso lo importante es que venga bien. Mi hijo llegó el día de cumplir, pero decidió estar dentro trece días más. En pleno agosto con un calor, ¡era horrible esos días de más! Un día teníamos cena con los amigos y mi niño decidió que ese día su madre no cenaba. Fui al baño y rompí aguas y para el hospital. Después de quince horas intensas salió mi bebé de cuatro kilos, doscientos cuarenta y cinco gramos. ¡Casi nada! Costó empujar pero allí salió.

¡Qué carita tiene más bonita! ¡Por fin tengo mi bebe! Pau estaba emocionado también. No daba crédito a tener el bebé en brazos. No podía dejar de llorar de lo emocionante que es ser madre; no se sabe hasta que se es. Mi bebé se iba a llamar Izan, me encantó el nombre al oírlo en una película, a su padre también, claro.

Era un tragón que solo quería comer; venga teta y teta cada dos horas, día y noche. No descansábamos nada, sobre todo yo que soy la de la teta, claro. Así siete meses que duró, pero compensa mucho, te dan muchísimo. La verdad que entre el niño, la casa y el trabajo, no queda mucho tiempo para nada más. Pau seguía igual, bebiendo y metiendo en las máquinas. Empecé a darme cuenta de la gravedad del problema. Salía a por tabaco y se empezaba a encontrar mal, así que en casa se metía en la ducha para espabilarse y un día se cayó redondo en la bañera. Se oyó un golpe muy fuerte, pensé que se había matado, de verdad. Otro día tenía el niño en brazos y se tambaleó, si no le cojo el niño a saber qué habría pasado. Esto ya era demasiado; las gotas y el alcohol son una bomba y si sigue así va a acabar muy mal.

No entraba en razón y tuve que tomar una dura decisión. Le pedí que se fuera de casa, que yo ya no podía más, así que cogió sus cosas y llorando me decía que le diese otra oportunidad, pero yo ya no podía más. Le abrí la puerta, pero al cerrarla me derrumbé. ¡Era tan duro ese momento! Allí me quede con mi bebé de diez meses. No era lo que había planeado en mi vida, pero no me quedaba otra; ¡me resultó tan difícil ayudarle a preparar la maleta!

No hacía más que venir a pedir oportunidades, pero yo tenía que aguantar y seguir con la decisión. Duró un mes la soledad porque de tantas oportunidades y lágrimas le creí cuando me dijo que esta vez era de verdad. Así que volvió a casa; a lo primero todo bien, pero duró poco porque volvió a lo mismo. Así una vez y otra vez, siempre prometiendo para luego nada. Pero entre enfados y reconciliaciones me quedé embarazada. Estaba de seis semanas y cuando estaba en el trabajo, de un esfuerzo al descargar cajas pesadas, empecé a manchar. Lo perdí y no dije nada; me limpié un poco y con mucho dolor pero seguí trabajando hasta terminar el turno.

No quise decir nada, sólo en casa y lo pasé muy mal, porque con lo que me costó Izan, no sé cómo me resultó tan fácil quedarme embarazada. Pensé que si me quedaba de nuevo no me iba a arriesgar a perderlo de nuevo y menos después de lo que he pasado. Al mes me volví a quedar embarazada, Me parecía increíble que después de lo pasado ahora fuese tan fácil.

Pienso que mucho hace la cabeza; enseguida cogí la baja por riesgo de perderlo otra vez; así que me tomé las cosas con más calma, me cuidé mucho y estábamos muy contentos, bueno todos no. Pau no estaba mucho porque él siempre dijo que sólo quería uno. Yo estaba loca por una niña y así fue, porque era niña, no daba crédito a eso ¡por fin tengo la parejita! siempre había deseado tenerla y ya está.

Le puse de nombre Noa ¡qué bonita era con esos ojazos tan despiertos y esa carita tan linda! No puedo estar más feliz; mi madre se quedó con pena de no asistir al parto pero no me acordé de que me lo dijo y estuvo Pau de nuevo.

Era clavadita a su hermano; la casualidad es que mi hermana Nerea estaba en la misma habitación de parto a la vez conmigo, allí estábamos las dos, jurando no volver a quedarnos embarazadas y pasar eso de nuevo. Las niñas nacieron casi a la vez, la suya dos horas antes que la mía. Casualidades de la vida, ahí estábamos las dos con nuestras muñequitas. Pero a mí me faltaba alguien importante, mi rey que tenía que conocer a su hermanita. ¡Cómo la miraba! le empezó a dar besitos y luego me abrazó como diciendo no me vuelvas a abandonar.

En fin todos muy contentos con Noa y con Izan. El piso lo vendimos porque era muy pequeño y no cabíamos, así que estábamos en uno de alquiler hasta que nos hiciesen la casita nueva. Un piso precioso con dos terrazas enormes para que mis niños jueguen allí. Estuvimos un poco ahogados económicamente porque pagábamos el alquiler y el piso nuevo, por ello comíamos donde mis padres, sino imposible.

Con la niña Pau cambió y se la llevaba de paseo, se implicaba bastante. El niño siempre conmigo, claro, por si me volvía a escapar, no me dejaba en ningún momento sola.

Nos llamaron de Galicia que mi abuelo estaba mal, en plenas navidades, así que mi madre se fue y las pasó allí. Se notó muchísimo su ausencia y ahí me di cuenta lo importante que es para mí mi madre; crees que lo sabes, pero hasta que no pasa, no te das cuenta.

Si me falta algún día yo me muero sin ella; espero que me dure muchos años. Es una parte importante en mi vida, la más importante. Mi hermano Sack estaba muy feliz con sus sobrinos, sobre todo con Izan, que siempre ha querido sobrino. Le suele llevar al futbol con él porque Sak es futbolista, juega aquí en el equipo del pueblo. Mi hijo encantado claro, además le lleva a dar vueltas en el coche y así encantado con su tío. La verdad que yo también estoy encantada con mi hermano, le quiero con locura.

En fin que todo parecía ir bien hasta que empezó a faltar dinero de las cuentas, eran cantidades muy altas, hablamos de trescientos y cuatrocientos euros de golpe. Empecé a oír a gente que veían a Pau entrar a los bares con la niña, que la dejaba en un lateral de la máquina y se ponía a jugar sin parar, con mucha ansiedad de sacar el premio.

Por ahí sí que ya no pasaba, utilizaba a la niña de excusa para ir a los bares, a beber y jugar. Tonta de mí pensando que se implicaba en las labores de la casa, que la llevaba de paseo para que yo haría las cosas tranquila, creo que eso le importaba bien poco.

Ya eso no podía seguir así; me armé de valor y pensando mucho en lo que me venía encima, pero si otras pueden salir por qué yo no. Encima tengo ayuda, así que un día salimos con mi tía y mi prima de Irún, mi prima quería castañas y Pau se ofreció a traerlas, así que se fue a comprar pero nunca llegaba. Pasó una hora y nada. Le llamé y que las estaban asando; en fin, opté por ir a buscarle y mi sorpresa fue verle entrando a un bar sin las castañas; en ese bar además trabaja un amigo de camarero. Esperé fuera y por una ventana se veía lo que hacía, se estaba tomando una cerveza y metiendo en la máquina. No sabéis la rabia que me entró por dentro; en ese momento me daban ganas de pegarle por todo el engaño

Espere a que saliese y le seguí; cuando llegó al bar que estábamos esperándole, al no verme se puso nervioso. Entré detrás de él y me miró como diciendo ¡qué pasa! Le dije si podía salir fuera un momento y según salimos le mire a los ojos y le dije que se acabó para siempre. Decía no entenderlo, se lo expliqué y nada más tenía que decir.

Esta vez iba en serio, así que se despidió de todos y se fue a casa a por sus cosas. Yo no quería verle más; tanto engaño y mentiras ya basta. Quiero vivir tranquila, así que decidí seguir yo sola adelante con mis hijos, trabajo, casa y al revés.

A lo primero me resultó muy duro y las noches eran muy malas, pero a todo se hace una, así que pasó el tiempo, esto fue en febrero, y en mayo ya empecé a estar mejor; él en casa de sus padres no podía estar, así que como él también paga la mitad de la casa me dijo si podía vivir aquí. No me podía negar porque el tenia derechos, así que se vino como alquilado casi; dormía en la habitación de Izan, eso todavía era más duro, no tenía mi espacio y eso me ahogaba porque además él aprovechaba para intentar hacerme cambiar de opinión. Hubo unos días que nos acercamos demasiado y nos olvidamos de todo, nos besamos y abrazamos, pero eso lo lió todo más porque me di cuenta que era por pena, así que hablé con él y le dije que se buscara un alquiler.

Yo así no quería estar; lo sentía por él pero es así. Él se quedó peor porque pensó que había algo más, pero no había nada. Ahora todo era más difícil, aparte que yo conocía a un chico del trabajo que me hacía sentir algo, no sé el qué pero algo había. Por eso tenía claro que nunca volvería a querer a Pau. Así que se fue a donde sus padres de nuevo, yo me mentalicé de que ya no hay más vuelta que dar.

El chico del trabajo se llama Asier y tampoco está muy bien con su mujer y tiene intención de dejarla, pero no termina de dar el paso. Aunque el haberme conocido le ha ayudado a abrir los ojos y darse cuenta del infierno que está pasando. Eso dicho por él, solemos hablar mucho y las miradas dicen el resto. En Julio pasamos unos días juntos, quedábamos para ir por ahí y hablar. Nos contábamos nuestras cosas, estábamos a gusto y luego cada uno a su casa. Con pena pero las cosas se hacen bien. Yo mientras él estuviese casado no iba a conocerle más. Así que decidí no quedar más y que cada uno se fuese de vacaciones donde le tocara ir. El tiempo lo dirá si tenemos que estar o no.

La verdad que Agosto fue un mes difícil porque nos dimos cuenta que había algo más que una amistad. Yo intenté disfrutar de la familia y me iba a la piscina con los nenes. A la noche no salía apenas, no estaba pasando un buen momento. Por un lado Asier diciéndome que no puede estar sin mí y por otro lado Pau desahogándose de cosas que tiene dentro que no me había dicho y tan pronto eran barbaridades como elogios. Me iba a volver loca; Pau no me dejaba en paz y Asier apenas podía hablar conmigo porque su mujer le controlaba mucho. El pasó muy malas vacaciones también. No paraba de discutir siempre y ya no quería seguir más con ella pero ya tenía que esperar a volver a casa para tomar una decisión.

Los dos deseando vernos, tres semanas sin vernos, fue una eternidad, pero sirvió para agrandar los sentimientos. Nada más llegar me llamó y quedamos para hablar; vino a buscarme en su moto y nos fuimos por ahí, al parar la moto nos llenamos de abrazos y caricias hasta al final darnos ese beso tan deseado por los dos. Estaba claro que no nos queríamos separar más; él me dijo que la iba a dejar, que se iba a divorciar y yo le dije que hasta que no lo hiciera no iba a estar con él y dicho y hecho. No esperó más y fue a un abogado, al mismo que me llevaba a mí la separación.

Yo sólo pensaba en el bienestar de mis hijos y si yo estoy bien ellos también. Llegó el momento de presentarles a mis hijos a Asier. A ver qué pasa; mi hijo un poco raro pero le dio dos besos y la niña pues como alguien más. Empezó a jugar con él y poco a poco. Pau venía a por ellos y de paso aprovechaba para decirme que la gente hablaba mucho; que él me defendía, pero que decían que llevaba un año con otro; le dije que sabía de sobra que no es verdad. Con saberlo él y yo vale; la gente sólo quiere hacer daño porque a mí me decían que estaba con otras de bar en bar y bebiendo. Nosotros vamos a llevarnos bien por los niños y la gente que diga lo que quiera; cuando ya empecé algo con Asier le dije a Pau y bueno, gracia no le hizo pero prefería que se lo dijese yo. Él también alguna amiga ya tiene por ahí. Yo me alegro por él, la vida es para vivirla feliz. Es demasiado corta para quedarse sólo con el sufrimiento. Hay que intentar hacer lo que te haga feliz sin lastimar a nadie.

Hoy es el día que con Pau me llevo bien y con Asier cada día estoy mejor, esperando su divorcio que está en marcha pero feliz porque mis hijos le quieren y él a ellos. Es una persona buena y cariñosa. Da todo lo que tiene y se preocupa por mí. No puedo pedir más y espero que siga así para siempre. Ya creo que me lo merezco, la verdad que si los golpes de la vida son para luego recibir esto a cambio pues la verdad que han merecido la pena.

Así que ya sabéis que no todo es sufrimiento. En esta vida todo llega porque todos merecemos ser felices, así que tened paciencia y no os hundáis nunca, siempre mirad hacia adelante y levantaros las veces que haga falta para seguir. Ante todo jamás perdáis la sonrisa.

Historias reales de nuestro gabinete de psicología

Perdonándome a mí misma

Quiero destacar que el maltrato que sufrí fue mucho más sutil del que cabe imaginar, es decir, a penas padecí violencia física o incluso maltrato psicológico activo (es cierto que alguna vez recibí insultos como ya he dicho o burlas, pero muy esporádicamente), pero lo que sí sufrí en primera persona es maltrato psicológico “por omisión”: era excluida absolutamente de todo porque era tan tímida y encima fea, que nadie me querría.

Historia de un felpudo

Y, eufemismos y distracciones aparte, a las cosas y a las personas hay que llamarlas por su nombre. Y, el mío, tiene un nombre. Me guste o no, a nivel emocional he sido y soy un felpudo. Ni más ni menos.

Mi no tierna adolescencia

Es difícil empezar una historia cuando no sabes exactamente desde cuándo contarla, puede que un buen inicio sea el instituto.

Crónica de un dependiente emocional

Me ha costado mucho escribir estas líneas. Lo que más, ha sido romper ese muro que he ido construyendo tras el cual guardo todo el sufrimiento vivido y el despiadado animal de la dependencia emocional. Todo eso está guardado en mi mente. Supongo que como el que sufre una situación traumática.

Cafeína y chocolate

Siempre hay luz al final del camino. A veces parece que no, y que no vas a salir nunca, pero te aseguro, que después de la tormenta siempre llega la calma.

Mi vida en unos folios

En qué punto me encuentro desde el comienzo. Aunque haciendo un balance rápido, no sé si podría decir que he sido una mujer feliz. Ahora estoy en una fase de serenidad a la que, desde luego, nunca pensé llegar.

Por fin; luz dentro de mi cueva

Fue en marzo de 1999; como no tenía trabajo se me ocurrió que podría estudiar inglés. Me apunté en una academia, y por medio de la academia conseguí aprender un poco más de Inglés, y pocos meses después, me fui a Inglaterra, pensando que allí me abriría más a la gente, porque aquí yo era y soy muy cerrado, y como no tendría a mi gente, no me quedaría otra que buscarme la vida.