Por fin; luz dentro de mi cueva
Fue en marzo de 1999; como no tenía trabajo se me ocurrió que podría estudiar inglés. Me apunté en una academia, y por medio de la academia conseguí aprender un poco más de Inglés, y pocos meses después, me fui a Inglaterra, pensando que allí me abriría más a la gente, porque aquí yo era y soy muy cerrado, y como no tendría a mi gente, no me quedaría otra que buscarme la vida.
Cuando, la primera vez que salí con gente de allí que fue el sábado de semana santa de aquel año, en una de estas una chica me preguntó si me gustaban las chicas. Yo por supuesto le dije que sí; tenía mis sospechas antes de ir allí: a los chicos les miraba de forma distinta, pero yo me auto-engañaba diciéndome que me fijaba en ellos para comparar si la ropa me quedaría igual de bien que a ellos o la ropa que llevaban era muy chula, no sé. Pero antes de ir a Inglaterra tenía mis sospechas pero no confirmadas, no sé si eso hay que confirmarlo pero bueno. O sea que en mi subconsciente había algo pero yo no era consciente de qué era, o lo tapaba. Bueno, pues esa fue la primera y única vez que salí con esa gente.
Fui para pasar un largo tiempo, período, y aprender inglés, pero después de ese día se me vino el mundo abajo. Intenté darle la vuelta pero no podía, poco a poco estaba más hundido, y no sé si a la semana de eso o algo así, una vez que hablé con mi casa, dije que quería volver. Aquí todo el mundo me dijo que aguantara. Yo decía que no podía. De vez en cuando salía con un pariente de mis padres que también estaba allí, pero a este no le podía contar nada, y ¿cómo decir lo que realmente me estaba pasando por teléfono y a miles de kilómetros de mi gente? Bueno no sé cómo, pero ya encontré excusa, que me estaba deprimiendo, que cada vez estaba más deprimido, y que no podía ni aguantaba más, que echaba de menos esto, etc…
También eche la culpa a un niño que era el hijo de la casa donde vivía, también era una excusa, y como también la casa donde vivía estaba un poco alejada de la ciudad, tenía que coger el coche, y con el coche allí conduciendo por la izquierda, imagínate... (Por cierto, fui a una casa como Au-pair para llevar y traer a los niños del colegio, darles la merienda y poco más). La familia era buena, pero yo poco a poco me fui aislando, cada vez hablaba menos, tenía la excusa del idioma, y al final costándome mucho y llorando como un desgraciado, le dije a la señora de la casa que con mucha pena, después de habérmelo pensado bien, me iba; me dijo que entendía que tuviera morriña de mi casa, que le daba mucha pena también pero… al final me fui.
Estuve dos semanas en Londres, en un hostal de estudiantes, donde tampoco lo pasaba nada bien, porque me daba la sensación de que todo el mundo pensaba lo mismo que pensaba yo, como si llevara un cartel en la frente, y estaba deseando irme de allí. Pero claro, cuando llegara a casa ¿qué iba a decir yo? Preparé el terreno desde allí diciendo que estaba deprimido porque no aguanté, pero a la vez me sentía fracasado en el intento de ir allí y no aprender inglés. Mi mayor preocupación era qué decir aquí para que no se notara realmente qué me pasaba. En un momento en un bar de Londres estuve a punto de decírselo al pariente de mis padres que estaba allí, pero cómo le iba a decir eso, para que luego él lo dijera aquí, y yo ¿cómo me justificaba desde allí?
Al final no le dije nada. Al final pillé el avión y me vine aquí. En el viaje pensé que si se estrellaría el avión me haría un favor, vine llorando, no a lágrima perdida, pero si se me escapaban las lágrimas. Al rato pensé que qué culpa tendrían los pasajeros de ese avión si yo estaba mal, con lo cual no quería que se estrellara el avión. El siguiente problema era cuando llegara al aeropuerto de Bilbao, cómo me iban a recibir. Me recibieron muy bien. Yo decía que estaba mal nada más llegar, mal, muy mal. Y no sé cómo ya di las explicaciones pertinentes y salí del paso. Yo sabía que algún día lo tendría que decir, pero….
Bueno, luego, cuando pasó el verano de ese año, me apunté en un cursillo que lo impartía el Inem, que era para parados, y por medio de ese cursillo encontré trabajo como encargado en una empresa de mi pueblo. Empecé a trabajar, primero formación y después, trabajando en la mencionada empresa; y entre que yo era novato en esa empresa, y tenía que aprender de todo y era una empresa nueva, y al principio da muchos problemas hasta ponerlo todo que funcione bien buscando fallos tenía la cabeza bastante ocupada.
Entre lo ocupada que tenía la cabeza y que yo no pensaba en mi situación, lo llevé bien. Me agobiaba mogollón, porque era una presión constante de querer hacerlo todo yo y bien, y quedar bien con los jefes y también con los subordinados, (que no sé si tendrá algo que ver este problema o no), hasta que, al año de estar trabajando como encargado, decidí dejar el cargo de encargado. Hablé con mi superior y le dije que renunciaba. Me dijo que si quería seguir en la empresa, y le dije que si era posible que sí. Poco después entré como personal operativo, con los que antes eran mis subordinados. Había buen rollo. A veces discutíamos, pero bueno. Pero el caso es que yo estaba casi siempre enfadado. Lo justificaba para mí mismo, poniendo a parir a la jefatura de la empresa, o por la política de empresa que tiene esta empresa o no sé, pero nunca por lo que me estaba pasando internamente.
Mientras trabajaba, estaba estudiando oposiciones para la administración pública, Osakidetza, ayuntamientos, etc. pero más que nada para Osakidetza. El último año también estudié para ayuntamientos, hasta que aprobé unas oposiciones en un ayuntamiento y me quedé en la bolsa de trabajo. Antes también aprobé en Osakidetza, y estaba en bolsas de trabajo. Me llamaban y decía que estaba trabajando, con lo cual estaba opositando para no trabajar en eso que estaba opositando. Contradictorio, ¿verdad? Pues es lo que estaba haciendo.
Pero cuando aprobé las de este último ayuntamiento, me planteé coger una excedencia en la empresa en la que estaba trabajando, porque estaba ya un poco quemado con esa empresa. No sé si era por mi pajeo mental o por otra cosa pero bueno. También me compré un piso, que me lo daban a finales de ese año y si dejaba de trabajar y no tenía la seguridad de tener un sueldo fijo a finales de mes, también me agobiaba, pero si no lo hacía en ese momento, ya no lo iba a hacer; consultándolo con la almohada llegué a la conclusión de que tenía que cogerme la excedencia, porque también me llamaron de varios sitios otra vez, y si no lo intentaba, es que estaba haciendo el tonto, y además me arrepentiría el resto de mi vida.
Al final decidí coger la excedencia. Poco después, llamé a Osakidetza para decir que estaba libre para trabajar con ellos. Al día siguiente de llamar yo, ya me llamaron para trabajar. Todo iba bien, bueno, me estaba costando adaptarme pero bueno, eso supongo que será normal. Pero a los pocos días tuve una cena con los compañeros de la empresa anterior, y cual fue mi sorpresa cuando uno de los compañeros me pregunta a ver si soy gay; que le había dicho uno de los transportistas de los proveedores que nos suministraban producto. Ahí también dije que no, pero me quedé hecho polvo. No sé si realmente se lo ha preguntado el transportista o es que esa persona está especulando y me lo pregunta ella poniendo como excusa al transportista. Bueno, esa noche me quería ir a casa enseguida, pero tenía que disimular. Pasó la noche, y desde entonces ha empezado mi tortura otra vez.
Cada vez me he ido cerrando más y más hasta que no he podido más. He ido creando como una especie de muro en el que no dejo entrar a nadie, y a nadie doy explicaciones de mi vida, porque realmente tampoco hay nada que explicar, porque si yo hago un análisis de lo que he hecho en estos años, no tengo vivencias que contar, porque tampoco he salido mucho, tampoco tengo lo que aquí se dice una “cuadrilla” de amigos, con lo cual, he salido muy poco. Y ahora últimamente salgo más; pero cada vez que salgo no sé porque, sale el tema de la homosexualidad, y yo entonces no sé dónde meterme, ni cómo disimularlo; y si no es ese el tema es el de sexo, y me pasa tres cuartos de lo mismo, y al final tengo que estar todo el tiempo haciendo teatro, y alerta no vaya a ser que me descubran; y cuando salen esos temas si los puedo esquivar metiéndome en otra conversación, los esquivo y si no, en boca cerrada como no entran moscas, me quedo calladito, calladito.
Con lo cual no soy yo, y últimamente me daba la sensación de que la gente estaba especulando, a espaldas mías por supuesto, y ya he llegado al punto de que todo el día estoy pensando en lo mismo, y la cabeza me iba a reventar, ha habido días que he pensado: ¿Qué pintas tú en este mundo? Total para lo que haces, si estuvieras en el otro barrio tampoco perderías mucho, podría tener un accidente y se acabó todo, ¿no?
Porque para vivir como estás viviendo, es decir, infeliz, que no te importe nada de nada, es como si fuera un muerto viviente. Dicen que la cara es el espejo del alma, pues mi cara siempre ha estado seria, a veces para disimular sonrío, pero si no, de natural es seria. Hombre, si estoy en una conversación también sonrío, me pongo serio, me río a carcajadas si el chiste es bueno, pero en general, estoy serio.
Resumiendo, que en todo momento tenía que estar alerta para ver por donde esquivo el tema, o como salgo de los laberintos en los que me metía para que no se notara que soy gay. Y eso me provocaba mucho stress tensión nerviosismo, estar en varias conversaciones a la vez, etc., etc.
Bueno, volviendo al tema del trabajo:
A partir de la cena ya no iba bien al trabajo. Me quedaba calladito, hacía lo que me mandaban y punto. Quería que se me terminara el contrato para irme de allí. Se me terminó el contrato, y antes de que se terminara me llamaron de uno de los ayuntamientos donde estaba en bolsa de trabajo, y dije que sí; era un contrato de 21 días. Pero allí al principio también bien, pero luego, mal, no sé qué es lo que me pasa, que me da la sensación que a medida que puedo tener más conversaciones y tener más confianza con la gente se me puede pillar, o no voy a poder esquivarlo o no sé qué, pero la situación es muy difícil para mí.
Se me terminó el contrato y unos días más tarde me llamaron del mismo ayuntamiento para otros 15 días. Luego estuve dos meses sin trabajar. Ahí estuve bien, pero cuando volvieron a llamarme para trabajar, estaba igual. Esta vez estoy en otro departamento, y también estoy igual. Llego por la mañana, pregunto que qué tal, buen tiempo y alguna otra cosa, y a partir de ahí me siento en mi silla con mi ordenador, y si no tengo alguna duda con lo que me han mandado hacer no abro la boca para nada. Sé que no es normal ni lógico, pero no puedo hacer otra cosa, me da la sensación de que me van a descubrir, o no sé, y es una situación muy incómoda para mí y para los que trabajan alrededor mío.
Antes de decir que sí al último contrato del ayuntamiento estuve a punto de rechazarlo, porque me habían ofrecido trabajo en una empresa privada que ya me conocía el jefe, bueno que dice que me conoce, y como da la imagen de que es muy liberal, pensé, que si en algún momento se destapara esto, me iría mejor. Pero al final después de escuchar las broncas de mis hermanos, opté por coger lo del ayuntamiento. Llegué a la conclusión de que si esto que llevaba dentro no lo sacaba, daba igual trabajar en un hospital de Osakidetza, ayuntamiento de cualquier pueblo incluido el mío, Australia o donde fuere.
Esta situación mía va a ir a todos los sitios conmigo, porque no lo puedo quitar y dejarlo aparcado como un coche. Con lo cual en todos los sitios me iba a pasar lo mismo. Incluso he pensado en volver a la empresa en la que pedí la excedencia, pero pensaba que si volvía, tendría que enfrentarme a la situación, con el transportista, disimularlo, etc., y tampoco era tarea fácil, por tanto, con todo esto que estoy contando, llegué a la conclusión de que tenía dos opciones, bueno tres: o lo contaba todo, o vivía en una mentira (que sería muy difícil) y como consecuencia como un infeliz amargado de la vida, o me pegaba un tiro. Esta última opción no la he barajado mucho pero sí se me ha pasado por la cabeza.
Cuando estoy con gente, ya sea en la calle o en la oficina del trabajo, cuando salen estos temas me pongo muy nervioso, porque me da la sensación de que salen porque yo estoy allí, y ni opino ni dejo de opinar, no vaya a ser que por lo que opine se desvele mi secreto, y eso sería una catástrofe, y lo paso muy mal.
No sé si es falta de autoestima lo que tengo, si es una depresión de escándalo, o es que no quiero aceptar mi verdadera orientación, o si es miedo a las reacciones o a enfrentarme al mundo y aceptar la realidad, con sus consecuencias, o es que tengo una empanada mental que no soy capaz de razonar.
Hasta que cierto día, se lo conté a uno de mis hermanos, porque ya no podía más. Me iba a estallar la cabeza o haría algún disparate del cual luego me arrepentiría. Es cierto que desde el día que se lo dije a uno de mis hermanos y estuve con el psicólogo estoy bastante mejor, porque el pedazo peso que llevaba encima era como un muro que cada vez pesaba más y más, y ese peso me estaba enterrando poco a poco en vida, y ya no podía más. No sé si exactamente ha habido algo que ha colmado el vaso de agua o si es todo en conjunto.
También de vez en cuando escucho indirectas hacia mí, que igual van de broma o no, y yo me las tomo a broma, y luego cuando estoy sólo las analizo, y a veces pienso que todo el mundo ya lo sabe y lo debería de decir, y otras veces pienso que nadie lo sospecha. De hecho de las tres personas que lo saben, ninguna de ellas pensaba lo que yo estaba pensando.
Pero el sumun de todo llegó cuando recibo un e-mail de ese compañero de la empresa en la que pedí la excedencia, en la que me hizo la pregunta indiscreta, diciéndome que una de las compañeras estaba coladita por mí. Ahí se me vino el mundo encima también. No sé como ya salí del paso. ¿Habría sido una buena oportunidad para comprobarlo? Pero si no funcionaba y no había química, ¿qué podía hacer?
¡Ah! Se me olvidaba. Se supone que yo debería estar feliz y encantado de la vida, porque al final conseguí meterme en la administración pública que era uno de mis objetivos y sueños, y además en breve me van a dar el piso nuevo, y también debería estar ilusionado y encantado de la vida y feliz, pero no es así. Busco la felicidad. Sé que he dado un paso grande, pero todavía estoy en paños menores. También es verdad de que soy un “cabezón” o “terco como una mula”, igual eso también tiene algo que ver porque avanzo tan despacio.
En la empresa en la que trabajaba había una compañera con la que me llevaba muy bien y siempre estábamos de cachondeo. Hablábamos de que si llegásemos a ser pareja no durábamos ni un asalto, porque no podríamos convivir, de que podríamos irnos de viaje juntos por ahí a algún lugar perdido del mundo, pero siempre de cachondeo, yo por lo menos, y ella también supongo; días antes de que se casara, yo le decía a ver si estaba segura de qué es lo que estaba haciendo, y ella me decía que me callara.
Hubo una temporada que no coincidíamos trabajando, y yo la echaba de menos, pero luego cuando estábamos trabajando más de cinco días seguidos juntos, siempre discutíamos. En esa temporada iba muy a gusto a trabajar, porque estaba con ella y no quería trabajar con nadie más. Ella cuando empezaba con las bromas de sexo yo le seguía la corriente, y parece que pasaba desapercibido. Como se dice que el roce hace el cariño, en esa temporada yo no sé qué es lo que me pasaba, pero yo me sentía muy bien, y no pensaba en el otro problema que pudiera tener. Una vez, coincidiendo que su marido estaba fuera de vacaciones, porque ese año no coincidieron los dos de vacaciones, nos fuimos a cenar juntos. De cachondeo yo le decía que le invitaría a cenar y ella no se lo creía, por tanto un día la invité. Pero sólo a cenar, esa era mi intención por lo menos, ella supongo que también pensaría lo mismo. Como cerca del restaurante había un hotel, también hablábamos de cachondeo que podríamos coger una habitación allí y ver qué es lo que pasaba. No pasó nada, porque no cogimos la habitación. Después de cenar tomamos algo y luego cada uno se fue a su casa.
Desde entonces la cosa estaba un poco más fría, igual es que ella se dio cuenta de que no podía haber nada entre los dos porque yo no le di muchas esperanzas, o no sé cómo decirlo, que con hechos yo no le demostraba que estaba por la labor. No hemos hablado del tema pero supongo que lo entendió, no lo sé. El caso es que desde entonces ella tiene más claro lo que hay, yo no quería nada, y por un lado porque ella está casada y por otro, porque a mí no me ponía. Ahora la relación va bien, como amigos y nada más, de vez en cuando hablamos por teléfono, otras veces quedamos para tomar algo, y ya está.
También había un técnico que solía venir a arreglar los ordenadores y otras máquinas que estaban informatizadas, que en un principio no me llamó la atención para nada. Pero pasados unos meses, yo no sé qué se despertó en mí que cada vez que venía a arreglar algo, yo como que me ponía un poco bastante nervioso, y me empezaba a dar cosquilleos en la tripa, yo conscientemente lo evitaba, pero a mi inconsciente como parece que no le puedo engañar, no podía hacer otra cosa que aguantar hasta que se fuera. En cambio al contrario que con la compañera, con este como que había química. Estaba deseando que se rompiera alguna máquina para que viniera, y verle, y cuando le veía venir, me alteraba completamente, pero lo disimulaba; estaba como arisco o desagradable y a la defensiva, no sé si colaba o no, y si estaba bien hecho o no, pero hacía eso. Cuando hablaba con él, yo como que estaba a la defensiva, con bromas y cachondeo pero también con recochineo. Hubo una temporada que con el simple hecho de tocarme la espalda, yo tenía sensaciones raras. En una ocasión me empezó como si fuera a darme un masaje en la espalda, y las sensaciones también fueron muy raras. Era cosa de segundos, pero… en esos segundos pasaban muchas cosas por mi cabeza.
Algo parecido me pasaba con los tíos que me tocaban bien el hombro o la espalda, yo como no tengo costumbre de coger por la espalda a nadie, pues entonces yo cuando alguien lo hacía me hacía mis paranoias mentales. Hasta que un día me enteré que iba a ser padre, (el técnico, no yo). Entonces, ya bajé el pistón y poco a poco ese nerviosismo que se me creaba cuando le veía fue desapareciendo, hasta que despareció del todo; mi gozo en un pozo. Luego prácticamente no venía porque le habían destinado a otra zona, y no le veía, pero las pocas veces que venía sí notaba algo en mi interior. Después pedí la excedencia, para intentar meterme en la administración pública, y no le he vuelto a ver más. Como prácticamente no aparecía no me despedí de él porque no coincidí.
A veces pienso que podría probar a ir a un “prostíbulo”, pero pienso que me quedaría totalmente bloqueado, y que sería peor el remedio que la enfermedad, pero no deja de pasarme por la cabeza que tendría que probar a ver qué es lo que pasa, pero claro, si llegada la situación no soy capaz de hacer nada, tendría una sensación terrible de haber hecho el ridículo, y además mi autoestima si antes estaba baja, ya la remataría. Las personas cercanas a mí que saben de esta situación mía me dicen que cuando tenga la ocasión pruebe, tanto una situación como la otra, pero a mí se me hace tan difícil probar tanto el uno como el otro; no sé si es por miedo: en una a hacer el ridículo y en la otra a que me guste, no lo sé. Lo único que sé es que tengo una empanada mental, increíble, y escribir esto se me está haciendo bastante difícil, pero bueno…
Otra cosa que me pasa es que cuando voy a tu consulta, cuando salgo, salgo con las pilas cargadas, me parece como que cuando voy ahí es como si eso estuviera aislado del mundo exterior, tú hablas con tal naturalidad, pero esa recarga de pilas me dura muy poco, porque cuando pasan varios días, empiezo a darle a la cabeza, y me viene el bajonazo, a veces pienso solamente en mí y pienso que es mi vida y con ella puedo hacer lo que me dé la gana dentro de unos límites claro está, pero otras veces me pongo a pensar en la discriminación que hay y tal y como está la sociedad, respecto a este tema: bromas, frases hechas, menosprecios… pienso que igual es mejor dejarlo todo como está y seguir tal cual, pero tampoco me convence mucho eso.
Por ejemplo a principios de año empecé a ir al gimnasio. Iba por las mañanas porque casi no había gente, había muy poca gente, y los pocos que había eran de avanzada edad, con lo cual pasaría desapercibido ese corte que me daba, o yo desnudo me sentía menos incómodo entre gente de edad que entre gente joven. Pero cuando empecé en el Ayuntamiento no me quedaba otra que ir por la tarde. Pasaron varios meses hasta que decidí ir por la tarde, porque hay más gente y además la gente es joven, y en el momento que me tengo que duchar y cambiarme no lo paso nada bien. O sea que imagínate en esa situación si la gente supiera las dudas que tengo, seguramente, no iría. Igual es un disparate o un absurdo lo que te estoy diciendo pero eso es lo que pienso.
Otro de los trabajos que me pusiste es preguntarme a mí mismo ¿qué temores o miedos tengo a ser descubierto? Realmente no lo sé. Puede ser miedo al rechazo, a que me miren o traten de forma diferente. Disimuladamente me ignoren. Mi comportamiento sea diferente para con el resto o simplemente que no llegue a ser como la gente se espera que sea. No sé si me explico bien. Que no esté acorde con la imagen que estoy dando, es decir, la imagen que doy y la realidad sean completamente opuestas y defraude a alguien. La realidad es que no sé exactamente a qué tengo miedo. Quizás al cambio, o es que ya me he acostumbrado a esta situación y me resulta más cómodo seguir tal cual antes que complicarme la existencia en una situación nueva.
O es la incomodidad que puedo generar en la “cuadrilla” una vez que sepan cuál es la realidad.
La cuestión es que en ciertas situaciones estaría incomodo si se supiera mi realidad y en otras no estaría tan incómodo pero seguiría estando incómodo.
Sobre todo pienso en eso que la gente pensaría pero no lo dice. Es decir, si la gente supiera la realidad, no sé si luego a la hora de estar conmigo estaría haciendo teatro o no. Porque todos somos muy liberales hasta que nos toca de cerca…
Bueno, me estoy liando y no sé ya ni lo que estoy diciendo. Lo único que sé es que tengo una gran empanada mental.
Y para acabar, hace un par de semanas, se lo conté a dos chicos del pueblo. No sé si lo he hecho bien, pero ya sabes que cuando hay alcohol por medio todo es más fácil. Pues ese día había alcohol, y ahora estoy dándole vueltas a ver si lo hice bien o no, a veces tengo miedo de que se vayan de la lengua y se entere todo el pueblo. Ellos me decían que estuviera tranquilo, que no pasaba nada, me animaban, pero…. mis pajeos mentales siguen ahí.
Historias reales de nuestro gabinete de psicología
Perdonándome a mí misma
Quiero destacar que el maltrato que sufrí fue mucho más sutil del que cabe imaginar, es decir, a penas padecí violencia física o incluso maltrato psicológico activo (es cierto que alguna vez recibí insultos como ya he dicho o burlas, pero muy esporádicamente), pero lo que sí sufrí en primera persona es maltrato psicológico “por omisión”: era excluida absolutamente de todo porque era tan tímida y encima fea, que nadie me querría.
Historia de un felpudo
Y, eufemismos y distracciones aparte, a las cosas y a las personas hay que llamarlas por su nombre. Y, el mío, tiene un nombre. Me guste o no, a nivel emocional he sido y soy un felpudo. Ni más ni menos.
Mi no tierna adolescencia
Es difícil empezar una historia cuando no sabes exactamente desde cuándo contarla, puede que un buen inicio sea el instituto.
Crónica de un dependiente emocional
Me ha costado mucho escribir estas líneas. Lo que más, ha sido romper ese muro que he ido construyendo tras el cual guardo todo el sufrimiento vivido y el despiadado animal de la dependencia emocional. Todo eso está guardado en mi mente. Supongo que como el que sufre una situación traumática.
Cafeína y chocolate
Siempre hay luz al final del camino. A veces parece que no, y que no vas a salir nunca, pero te aseguro, que después de la tormenta siempre llega la calma.
Golpes de la vida
En esta vida todo llega porque todos merecemos ser felices, así que tened paciencia y no os hundáis nunca, siempre mirad hacia adelante y levantaros las veces que haga falta para seguir. Ante todo jamás perdáis la sonrisa.
Mi vida en unos folios
En qué punto me encuentro desde el comienzo. Aunque haciendo un balance rápido, no sé si podría decir que he sido una mujer feliz. Ahora estoy en una fase de serenidad a la que, desde luego, nunca pensé llegar.