Cafeína y chocolate

Buenos días, soy una persona como otra cualquiera, y os voy a relatar un año de mi vida.

Es increíble lo fácil que te montas en el tren de la vida, en este caso, el del consumo y las rutinas. Es decir tienes un trabajo con tus 8 horas (otras veces 12 horas, las horas extras no se pagan, las haces por y para la empresa) y del estrés que te llevas, te vas de compras, porque para algo trabajas, ¿no? Un círculo vicioso, al que llamo "El Tren".

Lo más peligroso de todo es que es tan fácil subirte al Tren. Lo bien que te hace sentir, estar como el resto de las personas, tu rutina de levantarte, ir a trabajar, salir de trabajar e irte de compras, como el resto de la manada. Genial.

Es ahora, han pasado 6 años ya, cuando puedo dar gracias a los problemas interdepartamentales que me generó una persona mala, como ella sola, donde su propia incompetencia y miedo a perder su trabajo hacía que menospreciara el de los demás y me minó toda esperanza de que la justicia y el trabajo bien hecho tuviera su recompensa.

Primero de todo deciros, que ir al trabajo era una gozada me gustaba lo que hacía, de cara al público el trato con la gente me es muy gratificante, y lo hacía con gusto, pero, y como todo pero, me ascendieron, (así le llaman ellos) es decir, ahora tienes despacho propio, más trabajos mucho más dispares, metiendo un sinfín de horas y por el mismo precio.

Parecía que lo llevaba bien, hasta que la mala comunicación, los piques interdepartamentales y la falta de ética moral, me afectaron de tal manera que se me olvidaba si había comido, y empecé a sobrevivir a base de latas de Coca Cola, de la máquina que teníamos y de huesitos (chocolatinas por las que cogí devoción). Resultado de todo esto además perdí la risa, la sonrisa.

Todo se fue al traste y me fui erosionando, me levantaba para ir al trabajo llorando, sólo de pensarlo se me quitaban las ganas hasta de respirar, estuve dos años sin reír. Hasta que hubo un cambio en la empresa y entró una persona con ganas de poner orden, en aquel caos, me devolvió la risa, no fue todo un camino de rosas, pero al volver a reír me di cuenta de que, al igual que Escarlata O'hara, ".......a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a perder la sonrisa".

Y así fue, deje aquel caos, opté por cambiar y buscar. Y así fue como me encontré a mí misma, tuve que dejar también de salir con la gente que salía el fin de semana y la pareja que tenia, porque estaba en una espiral de maltrato a mí misma.

Y es ahora cuando a mis 35 años tras encontrarme todo un verano saliendo sola a patinar y haciendo surf. Me encuentro bien, me río más que nunca y sobre todo de mí misma.

Siempre hay luz al final del camino. A veces parece que no, y que no vas a salir nunca, pero te aseguro, que después de la tormenta siempre llega la calma.

Como decía un proverbio gales: "La habilidad es un oficio y es mejor que una fortuna heredada".

Y tengo la habilidad de saber reírme de mis problemas, y esa es mi lección de vida en este Tren.

Ahora ya no tengo Tren, y lo más duro de todo ello, es que los que lo siguen tendiendo, no saben hacer planes donde no se necesite gastar. Pero eso es harina de otro costal, que os contaré en otro episodio de Cafeína y Chocolate.

Historias reales de nuestro gabinete de psicología

Perdonándome a mí misma

Quiero destacar que el maltrato que sufrí fue mucho más sutil del que cabe imaginar, es decir, a penas padecí violencia física o incluso maltrato psicológico activo (es cierto que alguna vez recibí insultos como ya he dicho o burlas, pero muy esporádicamente), pero lo que sí sufrí en primera persona es maltrato psicológico “por omisión”: era excluida absolutamente de todo porque era tan tímida y encima fea, que nadie me querría.

Historia de un felpudo

Y, eufemismos y distracciones aparte, a las cosas y a las personas hay que llamarlas por su nombre. Y, el mío, tiene un nombre. Me guste o no, a nivel emocional he sido y soy un felpudo. Ni más ni menos.

Mi no tierna adolescencia

Es difícil empezar una historia cuando no sabes exactamente desde cuándo contarla, puede que un buen inicio sea el instituto.

Crónica de un dependiente emocional

Me ha costado mucho escribir estas líneas. Lo que más, ha sido romper ese muro que he ido construyendo tras el cual guardo todo el sufrimiento vivido y el despiadado animal de la dependencia emocional. Todo eso está guardado en mi mente. Supongo que como el que sufre una situación traumática.

Golpes de la vida

En esta vida todo llega porque todos merecemos ser felices, así que tened paciencia y no os hundáis nunca, siempre mirad hacia adelante y levantaros las veces que haga falta para seguir. Ante todo jamás perdáis la sonrisa.

Mi vida en unos folios

En qué punto me encuentro desde el comienzo. Aunque haciendo un balance rápido, no sé si podría decir que he sido una mujer feliz. Ahora estoy en una fase de serenidad a la que, desde luego, nunca pensé llegar.

Por fin; luz dentro de mi cueva

Fue en marzo de 1999; como no tenía trabajo se me ocurrió que podría estudiar inglés. Me apunté en una academia, y por medio de la academia conseguí aprender un poco más de Inglés, y pocos meses después, me fui a Inglaterra, pensando que allí me abriría más a la gente, porque aquí yo era y soy muy cerrado, y como no tendría a mi gente, no me quedaría otra que buscarme la vida.