Historia de un felpudo

Efectivamente, todo tiene un nombre. Todo absolutamente todo.

Y, eufemismos y distracciones aparte, a las cosas y a las personas hay que llamarlas por su nombre. Y, el mío, tiene un nombre. Me guste o no, a nivel emocional he sido y soy un FELPUDO. Ni más ni menos.

Me he postrado ante los hombres como un felpudo. He permitido que se limpien en mí no sólo la suela de sus zapatos, sino además sus miserias emocionales. Que haberlas hailas, como las meigas, pero, en este caso a miles, a millones. Y, son tan evidentes, que verlas las vemos a nada que abramos un poco los ojos. Otra cosa, muy distinta es que no queramos ver. Que eso es algo que también pasa en miles, millones de ocasiones.

Pues eso, a lo que iba, no solamente se han limpiado en mí sus miserias personales sino también las físicas. Porque hasta mi cuerpo ha sido una continua invitación, porque lo siento así, como una invitación, posada generosa, abierta de par a los sedientos peregrinos que acuden a saciar su sed. Parece que incluso mi cuerpo acogedor y rotundo hubiera sido concebido para ello. Porque, algunas mujeres, se supone que estamos para eso, para que ellos, los fuertes, los poderosos, esos seres fantásticos de la muerte, esos a los que dotamos de un poder mega supra plus y a los que por los siglos de los siglos venimos llamando SEXO FUERTE, se viertan en nosotras, así enteritos y verdaderos.

Y, mientras tanto, nuestro deber, es ser ESAS, las sumisas, que esperan como recipientes de reciclaje a que ellos viertan sus basuras físicas y emocionales para reconstruirse sin límite. Y ojo, además sin derecho al pataleo, porqué ¡OH sacrilegio! a una mujer que reivindica o que levanta el dedo se le llama despectivamente feminista. Y, la mayoría de las veces por boca de las propias mujeres ¡que eso sí que clama al cielo!

Volviendo a mi caso concreto, de cuando comencé a comportarme como un felpudo no tengo conciencia exacta, pero supongo que desde que el mundo es mundo. Porque mi historia, como la de muchas otras mujeres, comienza cuando desde una edad temprana, y en nombre del sibilismo más recalcitrante, bajo mensajes subliminales y no tan subliminales, le van limando a una el mínimo atisbo de rebeldía, le van cortando las alas bajo el lema: "aborrégate nena que te va a ir mucho mejor porque una mujer que piensa por sí misma no es una señorita de pro ni será una mujer COMO DIOS MANDA y además se queda para vestir santos. Es decir, más sola que la una".

Yo, siempre he pensado y sigo pensando, qué hubiera pasado si alguien se hubiera tomado la mínima molestia, si alguien se ha parado a preguntarme, si quiero ser una señorita o una mujer como Dios manda. Porque sinceramente, el ser una señorita, una mujer florero, una coneja paridora o una maruja, que es a la larga, a lo que realmente se refieren, no ha sido jamás una prioridad en mi vida. ¿Por qué ha elegido nadie por mí? ¿En nombre de qué y de quién se permiten el lujo de elegir por mí sin habérmelo consultado previamente? ¿En nombre de qué santo sacramento se convirtieron en juez y parte de mi vida sin que nadie se lo pidiese?

Pero, en fin, que ante semejante bombardeo psicológico combinado con su propia educación católica, apostólica y romana, ninguna madre tenia entonces la fortaleza suficiente para potenciar en su hija el poder y el valor necesarios para ser una misma y poder volar con alas propias a pesar de que eso significarse limitarse a tener la vida social de un caracol. Así es que en mi caso, yo tampoco fui diferente, y, lo que recibí de mi madre fue una serie de enormes, ingentes y absolutos PEROS que me cayeron como losas y se grabaron a cincel en mi consciente, yo, súper yo o donde quiera que fuere. Tales peros como "eres más inteligente que tus hermanos PERO...", "eres muy fuerte PERO...", "tú podrías llegar lejos PERO..." calaron tan hondo que avanzar me resultó prácticamente imposible. Porque hay que reconocerlo, mi madre lo haría con la mejor de sus intenciones, pero bajo todo ello subyacía su mensaje clarísimo: "eres mujer y has tenido la desgracia de nacer inteligente, fuerte e independiente y además valiente, pero claro está, no vamos a permitir que llegues más lejos que tus hermanos. Porque tu deber no es ser tú misma y llegar donde te apetezca llegar, sin límite alguno, a pesar de que tengas todas las cualidades para ello, sino que a la larga tú eres la chica, tú eres mi vida (mi madre me lo repetía constantemente) ¡menuda responsabilidad la mía tener su vida en mis manos! y no voy a permitir que te escapes y me dejes emocionalmente vacía. Eso de volar vamos a dejárselo a tus hermanos que ¡el tema de los chicos es otro cantar! Ellos se lo pueden permitir ya que todo este tinglado esta montado para que así sea por los siglos de los siglos AMEN."

Así es que ¡la suerte estaba echada! ¡Pasen y vean que el circo acaba de comenzar! Y, esto es solo el principio, porque el espectáculo no acaba aquí. No ¡qué va, ni mucho menos! Esto continuará durante el resto de tu vida y, Vds. señoras y señores tienen pase de preferencia ¡no se lo pierdan porque no tiene desperdicio! ¡Vamos a facilitarles un pase VIP para que no se pierdan el más mínimo detalle! ¡Van a disfrutar como los enanos que son! ¡Qué bien, cómo me gusta!

¿Qué ironía verdad? ¡Qué cutre, qué patético, pero qué real! Decía al principio, que todo tiene un nombre y a esto concretamente vamos a llamarlo IRONÍA, ya que lo de la hipocresía vamos a dejarlo para un poco más adelante. Pero, que conste, que también ocupa un lugar preferente en nuestras vidas, ¡faltaría más!

Así fue, como, poco a poco, fui convirtiéndome en lo que se suponía debía convertirme: UN FELPUDO. En primer lugar, la falta de seguridad en mí misma, que en mi educación brilló por su ausencia, combinada con la consecuente carencia de autoestima, con la dosis justa de mensajes sociales "on the rocks" fueron, el cocktail perfecto, para convertirme en eso, en el felpudo que soy. Sin saber cómo me convertí en una adicta emocional. Una dependiente emocional sin remedio, dejando en manos del primer inútil que pasase por mi vida la llave de mi felicidad. Me convertí en la prostituta de la caricia. Me explico: me prostituía por la mínima muestra de cariño por parte del más gañán de entre los gañanes. Así son las cosas y así se las hemos contado. Sin trampa ni cartón, Sin disfraces, que ese ya lo llevo yo puesto desde hace tiempo. Aunque nos cueste reconocerlo, Aunque se nos parta el alma al recordarlo, aunque nos cueste en lo más profundo poner nombre a las cosas, pasamos de ser seres inteligentes, valientes, fuertes y únicos a convertirnos por arte del birlibirloque social, moral y personal en víctimas del más impúdico vampiro emocional, del primer cojo mental que se pasea con un mínimo de chulería por nuestras vidas.

Voy a dejarlo aquí porque la verdad nombrar a todos y cada uno de los personajillos de vodevil que aparecen y desaparecen del panorama vital de una, no merece ni un mínimo de nuestra energía, se mire por donde se mire, pero, lamentablemente así es, aparcamos nuestro bagaje intelectual y nuestra inteligencia, hasta nuestro valor, para convertirnos en el felpudo hasta las últimas consecuencias de cualquier impresentable con un poco de labia o una cara más o menos aceptable, sin más atributos (el tema de los atributos tanto físicos como mentales también lo dejaremos para más adelante, porque ¡tiene tela!). Camaleónicamente, nos vamos adaptando al patán de turno hasta hacernos más y más pequeñas, incluso invisibles para los demás y para nosotras mismas, hasta ponernos a su altura. Para no destacar, para no llamar la atención, para no ser más que ellos.

Nos enfundamos un traje que nos queda mínimo y vamos caminando por la vida así, ¡tan campantes! exhibiendo nuestro trofeo ante el personal, porque ya somos algo, evidentemente tenemos un hombre al lado y nos elevamos a un estatus superior ya somos seres privilegiados. Tenemos novio o marido y eso ya son unos cuantos puntos por encima de las que no lo tienen. Y, además de golpe y porrazo, nos quitamos de encima a todas las petardas que nos bombardean constantemente con la milonga de: "¡Se te va a pasar el arroz! ¿Para cuándo lo del novio?, y cuando ya lo tienes, ¿qué y la boda?. Y si ya te has casado, ¡ya te puedes dar prisa, porque a tu edad ya en lugar de madre vas a parecer abuela!

Todo esto, conste, en boca de las mismas petardas, que están hasta las narices de su marido, de sus hijos y de la vida en general, con lo cual, lo que yo interpreto personalmente de todo ello es: "estamos puteadas hasta la saciedad y, no tenemos pelotas para mandarlo todo a la mierda, así es que ¡ven y únete al club! porque, en definitiva, que no te unas nos putea todavía más ya que nos escupes nuestras propias miserias a la puñetera cara. ¿Qué creéis vosotras? Pues eso, lo mismito que yo. Y, como hemos quedado en que íbamos a llamar a las cosas por su nombre, es aquí donde entra en juego la HIPOCRESÍA. Ya os decía que tarde o temprano aparecería. HIPOCRESíA pura y dura. Porque hagamos un examen de conciencia, podemos ser lo que seamos científicas, intelectuales, políticos, abogados, deportista de élite, y lo más de lo más, según lo establecido, claro está porque a mí personalmente todos estos títulos no me dicen gran cosa, PERO y ¡aquí viene lo bueno!: ¡pobrecitas de nosotras si no tenemos un hombre al lado! Pues, ¡va a ser que no estamos completas! ¡Siempre nos faltará el AMOR, ¡pobrecitas!

A mí, me ha llamado siempre muchísimo la atención la frasecita esa que dicta: "Detrás de un gran hombre SIEMPRE HAY UNA GRAN MUJER". ¡Semejante atrocidad me espanta! ¿Os dais cuenta exacta de lo que quieren decirnos con esto? Que los hombres son grandes y a nosotras nos relegan a estar detrás de ellos. ¡Es increíble!. Aparte, claro está, de que tu valía se limita al hombre que tienes delante. Es decir, si tienes un gran hombre, por lo menos en apariencia, porque de puertas adentro, ¡se la pela directamente lo que pase!, tú eres una gran mujer, si no ya puedes hacer piruetas, el pino puente o lo que te dé la real gana que ¡nos la trae al pairo...! ¡No vales por ti misma, sino por el hombre que hayas tenido la suerte, si a eso se le puede llamar suerte, de pillar! ¡Buff! ¡Os juro por lo más sagrado, que no puedo con esto! Si me paro a pensar en todo este tipo de mensajes que recibimos de una forma u otra, directamente ¡me desespero!

Hay que reconocer, que al sistema le da igual, o prefiere que aparquemos lo que tengamos que aparcar con tal de que formemos familias PERFECTAS de padre, madre y a ser posible la parejita para poder mantener a flote toda esta HIPOCRESÍA.

Y, porque seamos lo que seamos lo que dejemos de ser, lo que pretenden inculcarnos en el fondo es miedo. Miedo a la SOLEDAD. Nos advierten que si nos salimos del redil lo que nos espera es la SOLEDAD. Ese animal voraz que nos acecha por las esquinas para devorarnos sin piedad. Al que intentamos evitar a toda costa. Por el que dejamos de ser nosotros mismos y nos contorsionamos, nos limitamos, nos rebajamos, hasta las últimas consecuencias. Hasta llegar a ni siquiera reconocernos, con tal de que no nos muerda y nos destroce con sus fauces, hasta desgarrarnos de dolor. Porque libertad implica soledad y aunque la recompensa sea grande el miedo nos acecha y nos paraliza. Y a esto vamos a llamarlo también por su nombre: MIEDO.

En el fondo, a veces, creo que mi madre intuía eso. Pretendía evitarme el sufrimiento de tener que caer en manos de la tan temida soledad. Pero, uno no puede ir en contra de su propia naturaleza y, contorsionarse hasta este punto, para encajar, acaba siendo un sinsentido absurdo. Hay que vencer al miedo y seguir para adelante, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.

Bueno, que me disperso de nuevo. Volviendo al tema del felpudo y ¡a lo que íbamos! Mis distintas historias sentimentales (dos importantes, básicamente por la duración que no porque hayan aportado nada significativo a mi vida, precisamente) han sido dos copias exactas de dependencia emocional pura y dura. Ya que ambas, duraron unos diez años y a las dos les sobran cinco, como mínimo. Sí. Así es. ¡Lamentable!. PERO REAL, MUY REAL.

Y esto no se lo pierdan ¡que no tiene desperdicio!. Aquí tengo que hacer de tripas corazón y confesar lo inconfesable: durante la última de mis historias, en la que incluso llegué a casarme, tengo que recocer, que muy a mi pesar, aunque bastante evidente, por cierto, tengo que poner un nombre que no me gusta nombrar. Es, quizá el nombre más difícil que he tenido que poner en mi vida, y el nombre es: MALTRATO. En mi caso concreto, fue más PSICOLÓGICO que FÍSICO, pero maltrato no obstante. Maltrato por parte de un elemento que apenas podía atarse los cordones de los zapatos sin ayuda.

Y, conste, que aunque hay entre los hombres individuos que no tienen desperdicio, no pretendo culparles a ellos de mi trayectoria en su totalidad, más bien al contrario, tengo que reconocer y reconozco, que la culpa, los errores y los fracasos a ese nivel han sido míos, solo míos y nada mas que míos. ¡MEA CULPA! Lo sé. Tampoco pretendo que esto sea un manifiesto feminista, ni muchísimo menos. Lo único que quisiera aclarar aquí es, que por el mero hecho de ser mujeres, ya se nos dota de unos valores intrínsecos, que nadie ha pedido pero que, hay que reconocer, llevamos escritos sobre nuestra piel por decreto.

En definitiva, que he sido una mujer MALTRATADA. Y, me cueste o no, tengo que reconocerlo. Es hasta curioso, porque me parece increíble ¡que me haya podido pasar a mí! ¡Yo, una mujer maltratada, jamás! Nos decimos a nosotras mismas. Pues, sí. Hemos quedado en que íbamos a llamar a las cosas por su nombre, ¿no? Pues esto es MALTRATO.

  • Maltrato es que te vapuleen y te despanzurren a nivel psicológico.
  • Maltrato es que te den una bofetada con tu hijo de ocho meses en los brazos.
  • Maltrato es que te saquen de la ducha embarazada de cinco meses y te obliguen a llevar a tu marido al trabajo, incluso llegando tú misma tarde a trabajar.
  • Maltrato es que destrocen tu casa y tus cosas.
  • Maltrato es que te llamen puta o hija de puta o que te llamen de todo menos bonita.
  • Maltrato es que te obliguen a mantener relaciones sexuales cuando no las pides, bueno esto aparte de maltrato, es una violación en toda regla. O que te digan: "Si no follas conmigo me voy de putas" dícese: que te traten como a una puta, con todos mis respetos para estas mujeres, ante quienes "me descubro”.
  • Maltrato es que te chillen.
  • Maltrato es que en un ataque de ira te estampen una pizza en la cara.
  • Maltrato es que te arañen y te fustiguen con el cable de una lámpara.
  • Maltrato es que te echen encima sus miserias porque es más fácil echártelas a ti que verlas en uno mismo.
  • Maltrato es dejarnos manipular, porque en la mayoría de los casos, los maltratadores son manipuladores natos. Lo que decía, es dejarnos manipular por el impresentable de turno, que hace verdaderos malabarismos, con nuestro estado mental, con nuestros sentimientos, con nuestro cuerpo, o cualquier combinación de todo ello (combínese como se quiera y llamémoslo "x").
  • Maltrato es que NO TE RESPETEN. Eso es lo que es, que no te respeten a ningún nivel. Siempre que alguien no te respeta te está maltratando. Siempre. Y no hay que disfrazarlo ni mirar para otro lado. El maltrato hay que denunciarlo. No hay que postergarlo en nombre del amor, ni de los hijos ni de sus mariachis. ¡Hay que denunciarlo!

Aunque la ley no nos ampare del todo. Doy fe de ello, y lo digo por propia experiencia. ¡Hay que seguir denunciándolo hasta jartarnos, por lo menos hasta que se aburran y acaben dándonos la razón de una vez por todas! Llegados a este punto, lo confieso, ya me da igual. Pero, lo que no es normal es que se denuncie y tengas el amparo de la ErtzaIntza, en mi caso concreto, inestimable, por cierto, gracias a la ErtzaIntza de Hernani, por el trato recibido en todo momento. De las asistentas sociales, en mi caso, también, inestimable, gracias Lorena, por todo. Resulta, que tras pasar por estas dos instituciones, llegas al juzgado de turno y desestiman TODO. Absolutamente, TODO. Y, es aquí, en los propios juzgados donde se les da total libertad para que puedan reincidir. Mirar, mientras escribo estas líneas acaban de anunciar que: "ha muerto a otra mujer en manos de su pareja y luego, él se ha entregado, ¡qué nobleza por su parte por cierto, haberse entregado después de matar a su mujer! ¡Vamos a hacerle un monumento al susodicho! Y, os juro que no es broma. ¡Van ocho mujeres en lo que va de año y estamos a primeros de febrero! Os prometo que ¡No sé cómo no se les cae la cara de vergüenza! 

La respuesta del gobierno ha sido de cachondeo total. Sale la ministra de turno diciendo: "Vamos a acabar con esta lacra social". Y yo desde aquí le pregunto: "Señora Ministra: ¿es Vd. imbécil o es imbécil?. Estamos en el año 2012 y esta "lacra social" como Vd. la llama tenia que estar acabada hace mucho tiempo. Y ustedes hacen la vista gorda, cuando quieren, cuando les da la gana y cuando se les pone ahí, que viene a ser un día sí y otro también. ¡Total son SOLO MUJERES! ¡Qué más da! ¿verdad? Una baja más en las estadísticas del paro femenino. ¡Qué bonito! Pues que sepa señora Ministra, que por ser ministra, usted no se libra de que algún personaje de los que andan sueltos le pegue una bofetada o la maltrate soltándole cualquier improperio por el mero hecho de ser mujer. Y, que sepa también que cuando se pasee delante de los demás ministros, hombres, claro está, ya que con usted ya se ha cubierto de sobra la estadística de mujeres en el Parlamento, o donde coño sea.

Pues eso, que si usted se pasea delante de todos ellos y le violan, pues mire ¡se siente! porque para que se entere de una vez por todas. ¡Va a ser que estaba usted provocando al personal! Que se entere también que son ustedes los que provocan todo esto. Y le preguntaría también cómo puñetas van a hacer para acabar con la "lacra social" porque si hasta ahora no les ha dado la gana, ¿qué ha pasado ahora, pretenden que nos creamos que ahora va a ser diferente? ¿Qué ha pasado?, que han venido los extraterrestres y les han abducido hasta el punto de cambiar las mentalidades del planeta o qué coño ha pasado ahora?. Pues, para que se entere: ¡NO ME CREO NADA! ¡NINGUNA NOS CREEMOS NADA! Porque el cambio viene desde la educación. Solo educando en verdadera LIBERTAD e IGUALDAD conseguiremos acabar con todo esto. Y sinceramente no les veo a ninguno por la labor. ¡Dios mío todo lo que queda por hacer todavía! Pero, no hay que rendirse. Eso es lo último.

Después, de desquitarme a destajo, porque la verdad, hay cosas con las que no puedo y esta es una de ellas. Pues eso, volvemos a lo que íbamos: queramos verlo o no, queramos aceptarlo o no, queramos asimilarlo o no. Hemos sido victimas de maltrato. Nosotras. Sí, nosotras. Esas que en su día fuimos fuertes, valientes inteligentes e independientes, nos convertimos en victimas de hombres débiles, cobardes, con el encefalograma más plano que una ameba e incluso mas dependientes que nosotras.

Es increíble pero cierto. Tan cierto como que amanece todos los días. Y, así es y así se lo volvemos a contar. Sin trampa ni cartón. Cutre, asqueroso, patético, pero nuevamente real, muy real.

Y así es como transcurrió mi relación, mi matrimonio o llamémoslo nuevamente "x". Además, esto no acaba aquí, no. Tuve en aquel momento, atontada como estaba por un lado, y por otro, ante la llamada implacable del reloj biológico, la sensacional idea de tener un hijo, con esa combinación perfecta de elementos que es el Sr. X. A pesar de todos los pesares, tengo que reconocer que lo de tener un hijo, aunque a veces me sienta culpable por haberle legado semejante padre por herencia, como decía, a pesar de los pesares, no me arrepiento en lo mas mínimo de haber tenido a mi hijo porque, ha sido una de las mejores cosas que he hecho en mi vida. Adoro a mi hijo y he disfrutado de cada momento, de cada día y de cada año que ha ido cumpliendo. Y, conste, que no soy precisamente de esas que se pasan el día hablando de los progresos de sus hijos, ni me gustan ni disfruto en los parques, ni hago apología de la maternidad en absoluto. Reconozco que, como todo, tiene sus pros y sus contras. Es así.

Ahora, también tengo que recocer, que mi hijo ha obrado grandes cambios en mí desde el primer momento. Con él he aprendido a valorar lo que es realmente importante y dejarme de tonterías. Con él he aprendido a disfrutar de la inocencia, a reírme con verdaderas ganas, a ver la vida con otros ojos, a reconocer lo que es tener una responsabilidad de verdad, de las buenas. A prescindir del tiempo y disfrutar del ahora. Y lo más importante he aprendió a reconocer lo que es el amor. Si aunque parezca una horterada. He conocido el amor. El amor en todo su esplendor. El amor sin condiciones, sin límites, el amor en esencia pura.

Pero, ¡ojo también con los hijos! ¡El que les queramos no significa que puedan tiranizarnos, ¡que eso tiene otro nombre y no es amor! Es tiranía y no se lo podemos permitir .Porque en estos casos tendemos a sobreprotegerlos por las circunstancias que les ha tocado vivir, y, son tan listos que sin darnos cuenta nos manipulan sin cesar. A pesar de todo esto, para mi, mi hijo es amor. Daos cuenta de que ahora también le hemos dado un nombre a esto: amor. Porque lo bueno también tiene nombre y se llama en este caso amor.

De todas formas, no puedo dejar de sentirme culpable por todo lo que ha pasado, y pasa, con su padre. Porque el elemento en cuestión no tiene desperdicio y como bien dicen, el que tuvo retuvo... Es decir, que ni su hijo ha obrado el más mínimo cambio en él, ni ha aprendido nada en absoluto en los últimos años desde que nos divorciamos, más bien al contrario, ha ido a peor. Es un tipo tan despreciable, tan mezquino tan reincidente y tan incansable que me temo que nos va a tener en vilo a mi hijo y a mí hasta el último momento o, hasta que se produzca un milagro. Y, entonces, sólo entonces empezaré a creer en ellos. Porque, ese sí que va a ser un milagro, pero ¡de los buenos, de los de verdad!

Soy capaz incluso de convertirme a cualquier religión si alguna vez ocurriera u ocurriese semejante acontecimiento. Pero, me temo que no va a ser así, con lo cual, tenemos para rato... Sólo espero que mi hijo tenga la suficiente madurez, estoy en ello, para que reconozca cómo es su padre, le quiera como lo que es, pero no caiga en el error de imitar ninguno de sus actos, ninguno de sus movimientos y no herede ninguna de sus tantísimas "virtudes". En fin, que tengo ante mí una ardua tarea. Y me guste o no, me encomiendo a ella en toda su "grandiosidad". Sin comentarios. A veces, sobran las palabras.

Tengo que reconocer también que hay ocasiones en las que también me siento culpable por "lanzar" de alguna manera a mi hijo a los brazos de su padre, porque necesito un poco de espacio para mí misma. Necesito respirar hondo y coger fuerzas yo solita. Necesito tomarme un par de cañas y fumarme unos cigarros y hablar de cualquier cosa que me distraiga. O necesito simplemente "tirarme a la bartola" y estar conmigo misma sin más.

Esto es lo que hay. E ironías aparte, la culpa pesa. Y, además, pesa mucho. Culpabilizarse sabemos que no es bueno. Sabemos que nosotras hacemos todo lo que podemos e incluso lo que no podemos para proteger a nuestros hijos de semejantes individuos a pesar de que sean sus padres, pero la culpa es inevitable. Y es real, muy real. Y, la culpa también pesa, y pesa mucho. Dejar de sentirse culpable es otra de las arduas tareas que tenemos por delante y también a ella me encomiendo en toda su "grandiosidad" y con la ayuda inestimable de un psicólogo. Gracias Eduardo, claro está. Sin comentarios. A veces, nuevamente, sobran las palabras.

Pero, como lo mío es comunicarme a todos los niveles, voy a seguir utilizándolas, para vuestro deleite o no. Vosotras veréis si queréis seguir leyendo o pasáis olímpicamente. Yo, os recomiendo que sigáis leyendo porque lo que viene a continuación tampoco tiene desperdicio.

Por si esto fuera poco ya de por sí. ¡Pasen y vean señoras y señores que el espectáculo continua! Y ustedes como espectadores VIP que son tienen pase de preferencia.

Quiero contaros que simultáneamente al maltrato doméstico, ¡que poco me gusta esta palabra, doméstico! Me suena a domesticar y no me gusta nada, sinceramente. A lo que iba, aparte de este tipo de maltrato, simultáneamente me vi sometida a otro tipo de maltrato. ¡Qué guay, qué no! ¡Esto es increíble pero cierto! Por si tenía poco me ví sometida a mobbing laboral. ¡Ya os decía que esto no tenía desperdicio! Me explico: en el momento en que nació mi hijo, yo llevaba la parte de compras de extranjero de una empresa, llamémosla también "X", asistía a Ferias Internacionales, recibía a los proveedores extranjeros, realizaba los correspondientes pagos de mercancía, luego tenía incluso acceso a la cuenta bancaria de la empresa. En fin, tenía cierta responsabilidad.

Pues bien, cuando nació mi hijo, haciendo uso de mi pleno derecho, como mujer y como trabajadora y en nombre de la tan nombrada conciliación laboral, puse en conocimiento de mi jefe que pretendía coger una reducción de jornada durante año y medio, y, hasta que mi hijo cumpliese los dos años, para poder estar con él por las tardes. Concretamente un 33,3% de reducción de la jornada laboral que, por cierto, no me lo regalaba nadie ya que me lo descontaban del sueldo religiosamente mes a mes. ¡Hala!, pues ¡por si no tenia ya suficiente, el hijo de la gran chingada, por llamarle lo más suave que me permite mi protocolo verbal, me quitó todo mi trabajo, mi mesa, intentó quitarme la dignidad, y más porque no podía! Dejándome, sin ninguna tarea que realizar y digo bien: ¡No tenía NADA, absolutamente NADA que hacer! Además, por si no fuera suficiente se dedicó a llamarme de todo menos guapa delante de mis compañeros y a desprestigiarme a todos los niveles tanto estando yo presente como si no.

Cada vez que me daba la vuelta me ponía verde ante mis compañeros: que si yo hablaba demasiado, que si transfería información a la competencia, que si me despistaba, que si andaba todo el día de un lado para otro cantando... y, yo me pregunto qué se supone que debería de haber hecho si no tenía nada concreto que hacer. Recuerdo una ocasión en que un cliente me envió un colgante por la ayuda prestada en general y por mi trato con ellos en particular y en cuanto me fui, lo primero que dijo a mis compañeros fue: ¡vaya mierda, seguro que se lo han mandado porque no lo quería su mujer! Intentaba provocarme continuamente, llamándome imbécil, idiota o gilipollas delante de todo el mundo y si me enfadaba y le replicaba, comentaba ante todo el mundo: ¡veis ya os digo yo que tiene un carácter insoportable! Mientras tanto, endiosaba a la compañera que contrató para sustituirme durante mi baja, encumbrándola hasta las cumbres. Informaba a todo trabajador nuevo que entraba de que yo era una vaga, hablaba demasiado, era menos inteligente de lo que parecía y que no se fiaran de mí.

Sin embargo mi compañera era un dechado de virtudes. El había "visto alto" en esa chica (yo me pregunto si esta chica posee algún poder oculto que solamente veía él). Yo la verdad, es que considero que esta mujer es trabajadora, nadie lo duda, pero su mayor virtud, y sin acritud, es la de pelotear a los jefes y pisar la cabeza a sus compañeros para ascender a las cumbres, la verdad no sé a cuáles, porque mi empresa y la General Motors, son como la noche y el día, pero en fin. En estos menesteres, la arpía en cuestión es Doctora Honoris Causa por todas las Universidades del mundo mundial. Vamos, que el hombre se ponía las botas dando rienda suelta a todas sus armas de matar. Con lo cual, como os podréis imaginar, me dejó un panorama laboral digno de la más truculenta película de terror. ¡El festival estaba servido! La presión fue tremenda. El espectáculo diario ¡espeluznante! Vamos, para poner los pelos de punta al más gore entre los gores. Y, todo ello, aderezado con una sobredosis de prevaricación y alevosía digna de medalla de oro en la olimpiada de la desvergüenza.

En el momento en que comenzó con su mobbing laboral, fui un día al despacho de mi jefe con intención de defender mí trabajo y pedirle una explicación. Y, la verdad, es que salí igual que entré o peor. Cuando le dije que pensaba que no tenia por qué quitarme mi trabajo ya que yo consideraba que lo hacía bien, el hombre ni corto ni perezoso me respondió que había un artículo en cuestión que había pedido mal en numerosas ocasiones, a lo que yo respondí que si de la infinidad de pedidos que hacia sólo era un artículo el que pedía mal, más o menos me estaba diciendo que yo era "capitán general" y que me estaba dando la razón. A lo que respondió, sin mayor argumento, poniendo verde a mis compañeros uno por uno. Me di media vuelta y me fui diciéndole que yo no había venido a su despacho para eso y que si tenía algún problema con mis compañeros que se lo plantease a ellos directamente. Hasta hoy eso es la única explicación que recibí a este respecto. Fin de la cuestión.

Hoy es el día en el que el personaje en cuestión dejó este mundo hace un par de años, imagino corroído por su propio odio o por lo menos esa es mi versión, ¡Dios o quien sea lo tenga en su gloria al pobre angelito!, que, por lo que a mi respecta, me ha dejado una paz mental que, ¡ni os cuento!, Y, conste, sobre estas páginas, que no fui yo precisamente quien le puso dos velas negras ni nada por el estilo. Porque, valga la redundancia, no es mi estilo.

Tengo que confesar, muy a mi pesar, que "muerto el perro no acabó la rabia" y lamentablemente la confianza que puse en mi nuevo jefe, ha sido en vano, ya que no ha tenido "huevos" para cortar de raíz la situación. Hay que tener mucho valor para eso. Y la palabra de un jefe, es difícil ponerla en duda. Vamos, que el trabajito que hizo el anterior sigue presente en el subconsciente de la gente, tanto de mis compañeros, para los que es mucho mejor creérselo ya que así conmigo "todo vale" y lógicamente se quitan de en medio una posible competidora y a la vez, tienen un "vertedero" donde reciclar, nuevamente, sus propias miserias. Es más fácil. No verlas y justificárselas vertiéndolas en alguien, es decir, "como ésta es mala malísima y todo lo hace sumamente mal, en contraposición yo soy bueno buenísimo y todo lo hago de puta madre". Así dejo de hablarle de la noche a la mañana y estoy justificado, porque aunque tengo un serio problema de inseguridad y esta mujer pone todavía más en peligro mi floja seguridad en mí mismo, pues si le dejo de hablar resuelvo mi problema. Ya no lo tengo, lo tiene ella.

U otra versión, como esta puede ser una gran competencia a la hora de mi permanencia en el trabajo, pues le dejo de hablar y la pongo a bajar de un burro con cualquier excusa y así me quito una competidora de en medio de un plumazo, porque es mala malísima, vaga vaguísima y tiene un carácter insoportable. Y yo, la verdad, nunca he dejado de hablar a nadie por su "carácter". Jamás. Pero "conmigo todo vale", así lo dispuso el difunto y así sigue siendo. ¿Qué os parece? Como poco pintoresco, ¿qué no?

Pues sí, nuevamente, así es y así se lo hemos contado. Sin trampa ni cartón. ¡No tiene desperdicio! ¿A que os mola? Efectivamente ¡mola la gramola! Me lo pasé teta. Vamos ¡mejor imposible! Así es que, cuando me divorcié, coincidiendo con semejante idiosincrasia, me quedé con un niño de año y medio, con una hipoteca que me llevaba más de la mitad de mi sueldo y con un panorama laboral de ¡agárrate y no te menees! Además, por si fuera poco, el mismo año murió mi madre, que aparte de todo lo que eso supuso para mi a nivel emocional, era la única que me echaba una mano aparte de mi ex-suegro ¡bendito sea! Nunca le estaré lo suficientemente agradecida. ¿Qué os parece? Efectivamente, que molar, ¡mola mazo!

Pues, como no hay pastel que se precie sin su guinda correspondiente. Yo, ilusa de mí, inocente e incrédula como soy, tuve la brillante idea de denunciar el acoso laboral concretamente en un sindicato de los "trabajadores" (¿de qué he dicho?, je, je). En el departamento jurídico de este sindicato me dijeron, palabras textuales "que el mobbing laboral es muy difícil de demostrar" y ¡se quedaron tan anchos! ¡Ni se despeinaron! ¡La ley del mínimo esfuerzo! Y eso que llevo sindicada 23 años nada más y nada menos.

He llegado a la conclusión de que en este sindicato, digo en este porque es el que conozco, se dan de bofetadas para "liberarse" y una vez liberados, ¡pegarse la vida padre! Sin dar un palo al agua y lo que realmente tienen en sus filas es una serie de vagos impenitentes, que funcionan como comerciales y se dedican a ¡tocarse la higa a cuatro manos! Y, de vez en cuando, si da la casualidad que sopla el Aliso, el viento del este o la Tramontana, se dedican a engrosar las filas de afiliados, que es lo único que les interesa realmente, ¡cuántos más mejor! Aquí también de todo hay, por supuesto, pero la tónica general es la que es. En fin, que yo flipaba en colores. ¡Pasen y vean que el mayor espectáculo del mundo está servido! ¡Qué bonito con sus acróbatas y malabaristas! En este caso yo, ¡sus payasos!, ¡tantos, que no me caben en esta historia! Los dejaré para otra. Y, en fin, como está de moda la interactividad, ¡pues eso! que hagáis uso de vuestra imaginación, que seguro que la tenéis y acabaréis vosotras la lista de personajes, porque, a estas alturas de la historia yo, ya no tengo ni fuerzas ni ganas, ¡ni me da la gana!

¿Qué os parece? Pues, eso, que así me convertí, también, en un felpudo para mi jefe. Simplemente, por ejercer un derecho que me correspondía o eso creo, vamos, porque hasta la fecha, los motivos concretos de tamaña desvergüenza, no me los han desvelado y me temo, por las circunstancias actuales, que jamás se me revelaran, o sí... igual hasta contacto con algún médium tipo "Ghost", para que me acerque aquí el más allá, a ver si en ese, su nuevo estado de éxtasis, mi jefe es capaz de aclararme algo. Pero mucho me temo que ni por esas. ¡Qué va! ¡Su orgullo no se lo permitiría ni muerto! Y, me permito la licencia de hablar así de un muerto ¡porque me da la gana! Porque, aunque esté muerto, conmigo concretamente se portó como un cerdo maquiavélico. Y a este, vamos a llamarle cerdo. Sí, cerdo.

Quiero aclarar para que no haya lugar a equívocos, que el tono irónico de todo esto no significa que me haya tomado mi vida a chufla, ¡ni muchísimo menos! La ironía, es, por un lado, en mi caso, una especie de salvavidas que evita que me arrastre toda esta marea de imbéciles, impresentables, sinvergüenzas, aprovechados, vampiros insaciables, y nuevamente, os dejo a vosotras que terminéis la lista, que, ¡seguro que la bordáis!, que por suerte o por desgracia, me he encontrado en este mi viaje por la vida. Y, por otro lado es una especie de esperanza en un futuro mejor, porque pienso que las cosas hay que saber como os decía en un principio, llamarlas por su nombre, y segundo, hay que saber solucionarlas. Así es que, como la vida sigue, y para mí no es un valle de lagrimas, sino una oportunidad única que se nos brinda, pues eso, que hay que saber llevarla con alegría y para eso la ironía ¡es mundial! Con ella aprendes a relativizar y a saber reírte de ti misma en un momento dado para poder seguir adelante.

Y, por otra parte, aclaremos también que hay hombres que han comprendido perfectamente de qué va todo esto y son seres maravillosos que realmente merece la pena conocer. Los hay y muchos, muchísimos. De eso, no me cabe la menor duda y a ellos me encomendaré en cuerpo y alma, el día que aparezcan o se crucen por mi camino, si se tercia y me lo permite mi total apatía actual, que espero más que nada por mi bien, no me dure demasiado.

En fin, no quiero dejaros, porque si os soy sincera, esto de destriparme y destripar a diestro y siniestro, empieza a gustarme. Así es que antes de irme, y espero no sea para siempre, sino hasta pronto, que todavía hay mucha leña que dar y mucho por disfrutar, quiero poner punto y final a esta especie de historia, historieta, opereta o como lo queráis llamar, contándoos que a pesar de todo lo que he aprendido, y en eso os aseguro soy una artista, aprendo de todo o por lo menos lo intento. Tengo que confesaros que no soy tan lista como parece. Eso o es que todavía tengo bastantes cosas que superar porque a puntito he estado de volverme a meter "en la boca del lobo", una vez más.

Nuevamente, me estaba viendo involucrada en una historia que no tenía ni pies ni cabeza desde que empezó, en caso de que hubiese empezado, porque todavía no sé ni en qué fase la dejé, la verdad. Reconozco, que comenzaba a postrarme ante un tipo al que no solo le permitía limpiarse en mí, la suela de sus zapatos, sino que, además, también le permitía limpiarse sus miserias emocionales y, ¡no os lo perdáis, todo por la patilla! ¡Sin pagar ni siquiera tributo de ningún tipo! Además siendo plenamente consciente de que no me estaba aportando absolutamente nada a nivel físico ni psíquico. ¡QUÉ DESASTRE QUE SOY! Volvía a exponerme a alguien, así entera y verdadera, sin límites.

Nuevamente, las puertas de mi posada física y emocional, se abrían las 24 horas, de par en par como la funeraria. Volvía a exponerme en toda mi generosidad, al abuso, consentido lo reconozco, por supuesto, pero abuso, no obstante, de otro tipo, con quien me topé por casualidad, y que no sabia donde tenía la mano derecha, eso, o es que se hacia el tonto, que para lo que quieren ya espabilan. ¡Y bien que espabilan! Y a pesar de que en el fondo era plenamente consciente de ello, no sólo pasaba por alto este detalle sino que, yo misma, empezaba a adornar la historia con toda serie de adjetivos, adverbios y demás florituras gramaticales, ponderándola, incluso, a un grado espiritual, que "brillaba por su ausencia" de principio a fin, o que, en todo caso, era unilateral, se mire por donde se mire. Ejem... ¡qué no tengo remedio! Ya estaba a punto de dejar en manos de otro las llaves de mi felicidad más absoluta hasta que HASTIADA, ABURRIDA, CANSADA Y FRUSTRADA del todo he sido capaz de decir NO. Un NO contundente y rotundo. Un NO tan absoluto como mi voluntad en este caso.

Y ahora es cuando estoy aprendiendo de verdad a decir NO.

  • Voy a decir NO al miedo de ningún tipo.
  • Voy a decir NO a arrastrarme nuevamente por miserias.
  • Voy a decir NO al poder de nadie sobre mi vida.
  • Voy a decir NO a encogerme por nadie.
  • NO a cualquier tipo de dependencia.
  • NO al sexo unilateral.
  • NO al sexo no compartido.
  • NO a convertirme nuevamente en vertedero de nadie.
  • NO al amor que encadena y encarcela porque eso no es amor, es dependencia, es sadismo.
  • Y sobre todos los noes que existen, NO AL MALTRATO de ningún tipo y por parte de nadie.

Y, quiero gritar:

  • a la dignidad.
  • a la libertad.
  • al poder de ser uno mismo.
  • a la integridad.
  • al valor.
  • al amor que libera y te hace crecer.

Quiero que esto, además de un examen de conciencia, sea una invitación. También lo bueno tiene un nombre, ya os lo he dicho. Y, afortunadamente, cosas buenas sigue habiendo, y las habrá, sólo tenemos que abrir los ojos para verlas. Así es que vamos a darles también un nombre. Y a esto lo llamaremos invitación. ¿A que suena bien? Invitación. Quiero que sea una invitación a que seamos lo que queramos ser por encima de todo y de todos. A que tengamos valor para enfrentarnos a todas las barreras que se nos ponen y que luchemos para derribarlas, por todas las que se han dejado la piel en ello, por nosotras y por todas las que vendrán. Quiero que nos empecemos a valorar a nosotras mismas para no volver a cometer los mismos errores en el futuro. Quiero que empecemos a sacar todo lo mejor que hay en nosotras para crecer un poco cada día más. Quiero que aprendamos a distinguir el miedo, llamarlo por su nombre y a vencerlo porque podemos hacerlo porque nos sobra valentía para esto y para muchísimo más.

Y, ahora sí que, de verdad, os ruego que vosotras mismas acabéis la lista, porque yo estoy agotada. Porque, ¡sé que vais a hacerlo muy bien!. Por lo menos, tan bien como lo he hecho yo. Porque, aunque la autoestima no sea precisamente mi fuerte, tengo que reconocerme a mí misma que lo he hecho bien. Es más lo he hecho muy bien ¡qué coño! Porque llegar hasta aquí donde he llegado ha sido todo un logro. Quiero decir que, visto lo visto, llegar al día de hoy manteniendo aún mi trabajo, haciéndome cargo de mi hijo en todas sus facetas, y de su padre en todas las suyas, (es decir, denuncias, incumplimientos y toda la parafernalia de rigor en estos casos), y además "dando de comer al hambriento y de beber al sediento" que, dicho sea de paso, ¡ya me vale! La verdad es que tiene su mérito, ¡no me lo vais a negar! Mi madre solía decir que a sus días les faltaban horas y yo me pregunto de cuántas horas han sido los míos porque no me sale la cuenta.

En fin, la verdad es que una se cansa de ser superwoman y yo me he cansado, honestamente. Que, ¡hasta aquí he llegado! Y que, a partir de hoy, desde este mismo momento cada palo va a tener que aguantar su vela, porque yo bastante tengo con aguantar la mía y a mí nadie me ha ayudado. Que soy totalmente autodidacta, y he llegado al día de hoy yo solita, porque cuando hay algún marrón de por medio, el personal "escurre el bulto" y la solidaridad (¿qué es eso?) se la pasa todo quisqui por el "Arco del Triunfo" ¡Siempre nos quedará París!, eso dicen por lo menos, pero, ¡cómo se nota que se trata de una película, porque a mí nunca me ha quedado París, por ningún lado, es más, me parece hasta realidad virtual. ¿Realmente existe París? Ya ni me acuerdo. Me da que va a ser como la primavera de El corte Inglés, ¡una milonga!

Así es que ¡a ponerse las pilas chavales! y, a lo dicho: ¡a espabilarse toca! El que tenga miserias psicológicas, vosotros, que siempre alardeais de tener un par de... ¡eso! ¡Pues eso!, que si tenéis un par de lo que tanto alardeáis ¡empezad a demostrarlo y solucionarlas de una puñetera vez!, y yo que lo vea, ¡qué me lo voy a pasar en bomba!.

¡Ah! se me olvidaba comentároslo: que con un par significa que no podéis usar dopaje, es decir, nada de alcohol ni sustancias psicotrópicas de ningún tipo, a modo de viagra, para ahogar vuestras o vuestra impotencia de ningún tipo, vuestras penas o lo que sea que fuere, no, no. ¡Eso es trampa! ¡Qué las demás lo hemos hecho todo a pelo, bonitos!

Esto último sí que no tiene desperdicio, algunos son tan insustanciales, que no son nada sin sustancias y, lamentablemente, este cambio no lo van a ver mis ojos. ¡Aviso a navegantes! El que tenga que vaciar sus atributos (por decir algo, porque muchos de atributos tienen bastante poco) que los recicle en algún contendor de colomines, que ahora, con lo del "calentamiento global" hay tantos como materiales no biodegradables, así es que no tendréis problemas en encontrar alguno libre. Porque, ¡que lo sepáis!: esta posada, y espero que muchas otras, ha cerrado sus puertas y el peregrino va a tener que desviarse y buscarse la vida con alguna mujer como Dios manda, que deseo en breve, se extingan como los dinosaurios hasta que no quede ninguna. Y el que quiera peces va a tener que mojarse el culo, aunque lo de mojaros no vaya con vosotros ¡se siente, es lo que toca!. ¡Es lo que hay, chicos! Ni más ni menos, ni menos ni más.

Por fin, y, aunque me vaya la vida en ello, en este felpudo ya no figurará jamás el lema: "pase sin llamar". Se ruega que a partir de ahora llaméis antes de entrar, porque me reservo el derecho de admisión y, por favor, no hagáis demasiado ruido porque el ruido me molesta enormemente. He dicho.

Historias reales de nuestro gabinete de psicología

Perdonándome a mí misma

Quiero destacar que el maltrato que sufrí fue mucho más sutil del que cabe imaginar, es decir, a penas padecí violencia física o incluso maltrato psicológico activo (es cierto que alguna vez recibí insultos como ya he dicho o burlas, pero muy esporádicamente), pero lo que sí sufrí en primera persona es maltrato psicológico “por omisión”: era excluida absolutamente de todo porque era tan tímida y encima fea, que nadie me querría.

Mi no tierna adolescencia

Es difícil empezar una historia cuando no sabes exactamente desde cuándo contarla, puede que un buen inicio sea el instituto.

Crónica de un dependiente emocional

Me ha costado mucho escribir estas líneas. Lo que más, ha sido romper ese muro que he ido construyendo tras el cual guardo todo el sufrimiento vivido y el despiadado animal de la dependencia emocional. Todo eso está guardado en mi mente. Supongo que como el que sufre una situación traumática.

Cafeína y chocolate

Siempre hay luz al final del camino. A veces parece que no, y que no vas a salir nunca, pero te aseguro, que después de la tormenta siempre llega la calma.

Golpes de la vida

En esta vida todo llega porque todos merecemos ser felices, así que tened paciencia y no os hundáis nunca, siempre mirad hacia adelante y levantaros las veces que haga falta para seguir. Ante todo jamás perdáis la sonrisa.

Mi vida en unos folios

En qué punto me encuentro desde el comienzo. Aunque haciendo un balance rápido, no sé si podría decir que he sido una mujer feliz. Ahora estoy en una fase de serenidad a la que, desde luego, nunca pensé llegar.

Por fin; luz dentro de mi cueva

Fue en marzo de 1999; como no tenía trabajo se me ocurrió que podría estudiar inglés. Me apunté en una academia, y por medio de la academia conseguí aprender un poco más de Inglés, y pocos meses después, me fui a Inglaterra, pensando que allí me abriría más a la gente, porque aquí yo era y soy muy cerrado, y como no tendría a mi gente, no me quedaría otra que buscarme la vida.